Por Pablo Corso para RP. El fondo es negro y las figuras son grises: orejas grandes y orejas chicas que se multiplican con el scroll del mouse. Como casi todas las ideas simples y potentes, es una buena idea: una web que recopila -en un desafío revelador pero angustiante- miles de historias de vigilancia online en todo el mundo. The new organs propone que compartamos la nuestra. Quizá así nos sintamos menos solos en esta vida digital, que nos hizo dar por sentado algo que no deberíamos dar por sentado: el teléfono comparte con “terceros” nuestra información, que vuelve en forma de anuncios y promesas para seguir aceitando la rueda de hámster.
A cargo de los artistas conceptuales Sam Lavigne y Tega Brain, la página que lanzó la Corporación Mozilla emerge con una presentación retórica: “¿Internet sabe de vos más de lo que debería saber?” El proyecto que busca “investigar las teorías y las realidades de la vigilancia corporativa” bucea en las plataformas digitales y lanza su invitación: si ves algo inusual, invasivo o creepy en línea, contactanos. El formulario de Google Forms -el que avisa no traiciona- tiene opciones como “mi teléfono me escucha a escondidas”, “veo avisos de cosas en las que justo estaba pensando” e incluso “veo avisos sobre lo que sueño”. ¿Casualidad? No lo creemos.
The new organs reúne las historias de vigilancia en un archivo de 11.865 palabras. Un hombre cuenta en el trabajo que tiene ganas de cocinar una pizza de brócoli y salchicha italiana; al día siguiente, un compañero visualiza la publicidad de una pizza de brócoli y salchicha italiana en Twitter. Dos amigos bromean en el chat de Facebook sobre ser indocumentados en Francia; enseguida empiezan a ver anuncios de abogados inmigratorios. Una mujer le dice a su marido que quiere pintar los muebles de amarillo y verde-azulado; ese mismo día, mientras busca un regalo para su hija, Amazon sólo le muestra artículos amarillos y verde-azulados.
Si no nos pasara a nosotros mismos, sería un poco gracioso. En cambio, todo suena un poco creepy. Aún con la geolocalización apagada, recibimos anuncios sobre los comercios cercanos a casa. Y aún con el navegador en modo incógnito, nuestras búsquedas vuelven en forma de sugerencias personalizadas. “Gracias a la saturación de las ciudades con sensores y smartphones, los humanos somos fábricas de datos caminantes y parlantes”, plantea el periodista Kelsey Campbell-Dollaghan en la revista de negocios Fast Company. “Atravesar el molinete de un subte, enviar un mensaje de texto o simplemente cargar el teléfono en el bolsillo, genera constantemente datos basados en la ubicación”. Nada, nunca, es tan anónimo como creemos.
“Gran parte de esta riqueza informativa hoy está en manos de unas pocas compañías e instituciones públicas que saben mucho de nosotros, mientras nosotros sabemos muy poco de ellas”, advierte en esa nota Daniel Kondor, del Grupo de Movilidad Urbana Futura del MIT. “Tenemos que cuidarnos, para evitar los monopolios y el mal uso de los datos”. El tráfico y la recolección de datos, aún anonimizados por los usuarios, no garantiza privacidad. A pesar de todo, no hay que darse por vencidos. “A medida que [las plataformas] escarban con fuerza en los datos que generamos, los ciudadanos debemos exigir que esta información nunca sea re-identificada”, cierra Campbell-Dollaghan.
Bezos por celular ¿Entonces nuestros dispositivos nos escuchan? “Es complejo”, se diría en las redes sociales. A principios del año pasado, una investigación de Bloomberg reveló que Amazon, Apple y Google tienen empleados que “ocasionalmente” escuchan las grabaciones de los usuarios en sus parlantes inteligentes y asistentes de voz, siempre con la excusa de mejorar los sistemas. En la compañía de Jeff Bezos, los revisores transcriben y anotan notas de audio del servicio Alexa, aunque bajo “estrictas garantías técnicas y operativas, y política de tolerancia cero hacia el abuso de nuestro sistema”. Los registros que toma Siri, la humanoide del iPhone, incluyen revisores que “nunca reciben información personalmente identificable”, coinciden desde Cupertino.
Aunque los parlantes inteligentes siempre están “oyendo”, no suelen “escuchar” las conversaciones, explica la BBC. Si las palabras de alerta “Alexa”, “OK Google” o “Hey Siri” no se detectan, el audio queda descartado. En cambio, cuando eso sucede, el archivo se almacena y la grabación continúa, para poder enviar el pedido del cliente al servicio de reconocimiento de voz.
El hecho de que las apps accedan a nuestros micrófonos no significa que haya alguien detrás escuchando todas nuestras conversaciones, aclaró a la revista Brando Cecilia Pastorino, especialista en seguridad informática dela compañía de antivirus ESET. Más bien, “la información se parcela o se analiza con un servidor o con inteligencia artificial para buscar palabras clave y utilizarlas con fines publicitarios”. Nada que no esté en los términos y condiciones, esa lista sábana que nunca leemos y suele aclarar que los datos que regalamos a las redes serán usados precisamente para eso: perfilar nuestros gustos y armar promociones que, de tan personalizadas, pueden llegar a dar miedo.
Los que argumentan que las plataformas saben tanto sobre nosotros que ya no necesitan escucharnos, también tienen un punto. Más allá de eventuales piratas informáticos, el historial de navegación o nuestras interacciones en las redes son suficientes para predecirnos. “La publicidad que ves es el resultado de una vasta cantidad de datos que las compañías tienen sobre vos. Estas comparten ese caudal con redes de publicidad empoderadas por algoritmos extremadamente potentes”, confirmó a la BBC Soteris Demetriou, del Colegio Imperial de Londres. “Tienen la habilidad de saber exactamente en qué podés estar interesado, incluso antes de estarlo”.
Para salir del laberinto, Lavigne y Brain, recomiendan un producto de su empleador en el proyecto The new organs: Firefox Focus, el navegador que también bloquea las intrusiones indeseadas. Los demás consejos, usuales cada vez que se encienden estas alertas, son instalar cortafuegos, restringir permisos y cambiar las configuraciones de privacidad. Efectivo pero limitado. Si quieren llegar a nosotros, llegarán. El traslado de nuestras vidas a la red tiene su costo. Porque, como reza la nueva sabiduría digital, cuando algo es gratis es porque el producto sos vos.
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