Por Horacio Marmurek para #RP133. A principios de la década del 90, la revista Satiricón publicaba una historieta dibujada por Horacio Altuna que narraba la historia de un hombre apasionado por la televisión. Tal era su obsesión por el medio, que organizaba su vida para poder pasar la mayor cantidad posible de horas frente al aparato que tenía en su living. Pero todo se complicaba al anunciarse que las emisiones durarían veinticuatro horas ininterrumpidas. Nuestro protagonista se preparó para semejante acontecimiento como si fuera a encerrarse en un búnker y no salir de ahí por varios meses. El pequeño cuento terminaba con el fanático televidente muerto y descubierto semanas después por las autoridades. ¿Puede existir hoy algo más anacrónico que este relato?
Vivimos en un mundo donde la televisión dejó de ser el aparato donde miramos programas para transformarse en un centro de comando de distintas plataformas y aplicaciones que modifican nuestra cotidianeidad. La televisión como formato, como idea, sigue siendo nuestra manera de referirnos a algo que ha evolucionado mucho más allá del aparato que contiene las imágenes. Pensar cómo será el futuro de la televisión, del cine, de los medios audiovisuales hoy es hacer futurismo en el mejor de los casos, ciencia ficción en el más ambicioso.
Repasemos cómo el cine primero, y la televisión después, crecieron, se diversificaron, tuvieron eras doradas, oscuras, de estudios, de emprendedores y de corporaciones. El cine nació en Francia en 1895, o eso dicen los franceses, mientras que Edison aseguró que fue el responsable de semejante invento. A favor del estadounidense podemos decir que fue quien dio origen al cine sonoro. De una manera u otra, el cine es el entretenimiento de la primera mitad del siglo XX que permitió acercar mundos, desarrollar ideas, un nuevo lenguaje y una industria que todo país moderno quiso implementar. Lo hizo Estados Unidos como el primer productor de Soft Power, pero también Rusia con sentido político, y lo desarrolló Alemania con ambiciones de propaganda. En todos los casos, las variables dan el mismo sentido, pero la forma de presentarlo difiere.
El cine comercial, en el sentido más occidental de la palabra, fue un monopolio cuando se consolidó en la década del 20. Fue el que producía películas, tenía los actores, las salas y el pochoclo. Pero para cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron y los monopolios se tuvieron que romper. Los hermanos Lumière o Thomas Alva Edison pasaron a la historia como sus pioneros. El padre o los padres de la televisión no son tan conocidos, quizás porque no existe una historia tan mítica, porque fueron demasiados o simplemente porque a nadie le interesó demasiado conocer su origen. Lo cierto es que la televisión comenzó al final del siglo XIX, cuando el alemán Paul Nipkow empezó a experimentar con unos discos que permitían grabar y reproducir escenas. Mientras tanto, los rayos catódicos fueron descubiertos en San Petersburgo, Rusia, en 1911, con demostraciones públicas que llevaron a unir fuerzas entre Nipkow y el escocés Baird. Finalmente en1927, la BBC británica iniciaba sus transmisiones y en 1930 se fundaron la NBC y CBS en Estados Unidos. ¿Era lícito pensar en ese tiempo lo que hoy sabemos? ¿Que cada uno de nosotros tendría a su disposición no una, sino varias pantallas, que podríamos ver lo que quisiéramos a toda hora, que la industria de la imagen se transformaría en el lugar donde se jugaría el patrimonio de los Estados y su representatividad, que los patrones de consumo podrían ser modificados y moldeados?
Lo más seguro es que no. Pero eso no quita que la televisión y el cine se miran constantemente para predecir nuestro futuro, a veces a costa de ellos mismos.
La realidad virtual, el cine inmersivo, “la experiencia” de participar en la película o serie son realidades que ya tenemos disponibles. Ready Player Onees una novela que adaptó al cine el director y productor Steven Spielberg, en la cual los juegos electrónicos y la realidad virtual son la forma de vida. El cine en 3D fue uno de los artilugios que encontraron los grandes estudios para combatir la piratería cuando internet hizo caer la venta de entradas. De ese experimento de colores 3D también quedó la tabla de olores que daban al ingresar a la sala y que permitía sentir desde la butaca la misma fragancia que se apreciaba en la pantalla de cine. El caso extremo de esta tecnología fue el 4D, con el intento de mojar al espectador en su butaca.
El cine experimenta con ideas que ya tuvo pero mejoró mediante la tecnología. Epcot Center, el Planetario, fueron pantallas gigantes con otras ambiciones que no eran solo de entretenimiento. Imax no quería ser la pantalla donde el cine catástrofe se apreciara mejor, pero no pudo escapar a su destino. La televisión nunca negó su destino distópico de control. Aldous Huxley en Un mundo feliz anticipa que la televisión será un arma de control. Vaya paradoja, este libro está por ser nuevamente adaptado en formato de miniserie. ¿Qué es Matrix sino la fantasía última de lo que puede ser el futuro de la televisión?
Un mundo donde la humanidad es utilizada por máquinas y para las máquinas como fuente de enemigos mientras todos duermen en un sueño virtual que es, a su vez, una realidad virtual en la que todos conviven.
La televisión escapó del aparato que la contenía, el cine vive en la pantalla pero no queda dentro de sus márgenes. El mundo se ha vuelto imágenes en movimiento porque esos cuadros dentro de cuadros nos acompañan adonde vayamos.
Las distopías están a la orden del día. Black Mirror, la serie inglesa que después de dos temporadas fue comprada por Netflix, propuso un capítulo llamado “Bandersnatch”, que permitía ir eligiendo cómo seguir la trama con resultados distintos según cada elección.
Que tan moderno y novedoso es algo que en la infancia de muchos se llamaba “Elige tu propia aventura” es algo que se podría discutir.
Tomorrowland fue una película, fallida, donde se habla de un mundo de fantasía desde donde parten las ideas que después se convierten en ficciones. Ahí explican que hay tantas películas sobre desastres naturales, catástrofes, angustias, distopías, porque es su forma de avisarnos que algo malo está en el horizonte. Pero nosotros simplemente lo vemos como entretenimiento.
La industria audiovisual, el cine, la tv, las plataformas, como queramos decirle, es tan incierta en su desarrollo como segura en algunas apuestas. La guerra de las plataformas ya está aquí. Lo más interesante de las batallas que se vienen es cómo respondemos los espectadores. Mucho del placer de mirar una serie o una película es poder debatirla, contarla, llegar primero. Pero en el futuro inmediato serán cada vez más los productos exclusivos de Disney +, Netflix, HBO Max y así. ¿Existirá esa charla global a la cual nos hemos aficionado tanto? ¿Valdrá la pena un hashtag sino estoy suscrito?
La atomización de la experiencia, por más que sea grande en su conjunto, podría ser contraproducente para el futuro de los medios como los vemos hoy.
En la década del 80, una historieta inglesa llamada Judge Dredd usaba un mundo postapocalíptico para hacer críticas sociales sobre la vida de aquel entonces.
En un episodio de la revista llamado “Burger Wars”, Dredd se ve obligado a atravesar Estados Unidos y a enfrentar en un desierto nuclear a las distintas facciones que pelean por el control del medio oeste del país. La banda del escocés Ronald McDonald, los forajidos del Rey Burger (Burger King) y los desaforados del Gigante Jelly Green.
Quizás si se hiciera hoy, los contendientes tendrían otros nombres y la batalla no sería en un desierto posnuclear sino en la comodidad de unos sillones anatómicos y con pantallas de celular.