Por Pablo Corso para RP. Este 25 de febrero Twitter hizo un anuncio que puede alterar para siempre la relación de fuerzas entre las plataformas y los creadores de contenido. Por un valor que podría fijarse en 4,99 dólares mensuales, los usuarios que activen la funcionalidad Super Follows podrán cobrar a sus seguidores por tuits, videos o historias exclusivas, ofertas especiales y suscripciones a newsletters. “Creemos que debería pagarse a los creadores de contenido por la grandeza que traen a este sitio”, dijo Lara Cohen, jefa de Colaboraciones Globales de la compañía. Aunque queda mucho por definir, incluyendo la fecha de activación, hay algo seguro: las web da otro paso hacia la eliminación de las mediaciones.
La novedad sigue la senda de herramientas como Patreon, Revue (también de Twitter) y OnlyFans, que permiten pagos directos por proyectos creativos, y de Facebook y YouTube, que ya incluyeron sus propias opciones en esa línea. Aunque tampoco se explicitó, es esperable que Twitter obtenga un porcentaje por cada Super Follow, generando otra vía de ingresos para una plataforma que siempre se caracterizó por sus problemas para conseguirlos. La movida también es una forma de disminuir su dependencia de ingresos publicitarios, una torta que le queda cada vez más lejos. Desde 2017, Facebook casi duplicó su ganancia promedio por usuario en Estados Unidos y Canadá, hoy en USD 159 al año.
“El lanzamiento de Twitter de pago es la última gran disrupción para la prensa. ¿Por qué? Ataca a su modelo de negocio por el lado más importante: el talento de la redacción”, escribió -cómo no- en un hilo de Twitter Miguel Carvajal, director del Máster en Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández. Con este anuncio, Twitter pone a disposición de redactores y editores “el más fácil, simple y potente sistema de monetización de sus seguidores hasta la fecha”. La herramienta les evita las trabas psicológicas y materiales que supone trasvasar seguidores hacia Patreon o Substack, como el riesgo de “hacer el ridículo en su intentona”. Al minimizar el riesgo de fracaso, también les da el “mayor empujón a capitalizar su base de seguidores que van a tener nunca”.
Carvajal hace un cálculo sencillo. Si un periodista con 20 mil seguidores consigue un 3% de super followers, sumará 2.940 dólares a sus ingresos. Si hacemos el mismo ejercicio para Argentina, la especulación indica que Nicolás Wiñazki (un millón de seguidores) podría sumar USD 150 mil; Juan Amorín (300 mil seguidores), USD 45 mil; Reynaldo Sietecase (407 mil), USD 61.000. Y megatuitstars como Jorge Rial (3,4 millones), más de medio millón de dólares. Debe decirse que las cifras suenan demasiado optimistas para el mercado local, donde según la encuesta del año pasado del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, el 66% de los trabajadores en relación de dependencia cobraron un salario por debajo de la Canasta Total.
El medio y el mensaje
Los cantos de sirena del Super Follow tampoco seducen a todos. “No me gusta. Si tenés plata podés leer, y si no, no”, se planta Fernando Duclos, dueño de la cuenta @periodistan_ (126 mil seguidores). “Siempre traté de que el contenido llegue cada vez a más personas. No juzgo en absoluto a los proyectos independientes que funcionan por suscripción, pero no me gustaría que la gente gaste para financiar mis publicaciones”. Periodistán es un emblema de cómo abrirse camino desde cero con la creación de contenido original. Con experiencia en medios como Clarín, Fox Sports y DPA, Fernando empezó en 2019 un recorrido por la Ruta de la Seda con ojos argentinos. “No era un antisistema, pero no me gustaba mi trabajo”, explica. “Me hacía quedar quieto, cuando lo que me gusta es salir, recorrer y conocer”.
Acostumbrado a los posteos largos en un blog, todo explotó con su primer hilo narrativo: un vínculo entre la desintegración de los Balcanes y el partido Argentina-Yugoslavia en Italia 90. En un par de horas pasó de 500 a 3 mil seguidores. “Sabía que las redes sociales son importantes y las quería fortalecer, pero nunca me imaginé que iba a pasar lo que pasó -se sincera-. Cuando tomó esa masividad, me abracé a Twitter”. El medio también era el mensaje: mezcla de la primera persona con historias de interés general, fotos bien elegidas, preguntas a los seguidores, redacción seria pero sin tecnicismos.
El objetivo era llegar a Beijing, pero después de 14 meses por Asia Central y Medio Oriente, la pandemia lo obligó a volver a casa. Abierto a otras agendas, ya publicó dos libros (Periodistán, un argentino en la Ruta de la Seda y Crónicas africanas), participó en TEDx, da charlas y cursos sobre gestión de redes. Hoy está en el canal de noticias IP, donde profundiza sobre temas internacionales en el programa IP Global. “Puedo hablar de lo que pasa en el mundo sin gritar, analizándolo y pensándolo”, se entusiasma. “También hay que comer, obviamente. Pero el sustento económico nunca me movió”. ¿Se ve en el futuro otra vez como su propio jefe? “Si llegara a querer vivir de eso, tengo que buscarle la vuelta para hacerlo redituable, pero nunca va a ser pidiéndole a la gente que pague”, insiste.
Más allá de las dudas, la decisión de la empresa de Jack Dorsey es un paso más hacia una tendencia consolidada: el ensanchamiento del mercado de pago. Si tenemos en cuenta la generalización de los paywalls, el streaming por suscripción y el video on-demand, el hecho de que un gigante como Twitter deba agregar una capa de cobros a su servicio apunta a un mundo en donde todo, salvo Google y Facebook, tiene un costo de entrada, plantea Bloomberg.
“Hubo disrupción del mercado geográfico y del monopolio informativo con internet, de la atención con las redes sociales, de la comercialización publicitaria con las plataformas, de la producción con el software gratuito… y ahora toca el del talento”, recapitula Carvajal. Su conclusión también es disruptiva: “Entramos en la era de la industria mediática del individuo. Es la mejor fase de la historia para el creador con talento. La persona creativa capaz de arrastrar con sus historias es oro”.
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