Por Pablo Corso. Vivimos días que se parecen a una secuencia post-apocalíptica: la liberación masiva de sistemas de inteligencia artificial (IA), la continuidad de la invasión de una potencia mundial en territorio europeo, el terror palpable a una recesión global. Son fuerzas que confluyen, se convierten en supernovas y derivan en cambios que, con el tiempo, resultan en las tendencias que modelan a una sociedad. Eso es lo que cree Amy Webb, CEO del Future Today Institute (FTI), en su reporte tecnológico de 2023.
En el vertical dedicado a los cambios en el universo informativo, el documento disecciona esas tendencias. Por ejemplo: las nuevas plataformas de IA crean oportunidades inéditas para la innovación, pero también habilitan atajos para contaminar el ecosistema con deepfakes cada vez más convincentes de políticos, empresario y periodistas.
Para aprovechar las primeras y combatir los segundos, los medios deben abrazar metodologías éticas y transparentes, educando a sus audiencias con base en la información verificada. Un desafío mayor cuando la confianza en las corporaciones no deja de caer, mientras otros actores digitales despliegan tácticas que atraen audiencias leales. “Aunque el periodismo sea esencial para la democracia, las organizaciones que quieran sobrevivir deberán contar historias cautivantes”, recuerda el FTI. Una verdad vigente hace ya mucho tiempo, pero actualizada en esta selección de cinco tendencias.
Suscripciones con sentido. Los pagos mensuales o anuales motorizan el trabajo de gigantes como The New York Times y de proyectos a pulmón en Substack. Pero la amenaza macroeconómica -un factor familiar en Argentina- obliga a reforzar el valor de los contenidos. Todo discurre sobre otro mandato vox populi: cada acción de suscripción (o cancelación) se da en el contexto de la competencia por el dinero y la atención del consumidor, con Netflix y Spotify como peces gordos y omnipresentes. Para mantenerse sostenibles, las organizaciones de noticias no sólo deben ser interesantes; necesitan volverse esenciales. Eso implica un cambio de enfoque en las redacciones, con estímulos a managers de producto y diseñadores capaces de potenciar el engagement.
Tensión en las redes. Crear una marca personal nunca fue tan fácil. Un newsletter o un podcast hechos en casa pueden seducir a las audiencias, mientras los motores de recomendación permiten a los creadores expandir su alcance sin negociar con los dueños. Pero la armonía está amenazada. La crisis autogenerada de Elon Musk en Twitter hizo que algunos reconsideren su vida online, con un éxodo hacia opciones más amigables como Mastodon. Hay una sensación de fractura en el aire. Quienes postean para descargarse o conectar con sus pares podrían gravitar hacia plataformas enfocadas en compartir y seguir, mientras que los que buscan generar ganancias podrían tentarse con canales de distribución como Substack o Patreon, con sus herramientas de monetización ad hoc.
Periodismo sensorial. Storytelling reforzado con cascos, gafas u otros dispositivos capaces de aumentar la percepción. Aunque todavía es cara y de alcance limitado, la realidad virtual está probándose como un medio poderoso para transmitir noticias. Los videos en 360° y las experiencias inmersivas ayudan a retener más información, intensificando la sensación de presencia y mejorando la credibilidad de las transmisiones. Del lado menos amable, los nuevos formatos podrían promover un inquietante “clickbait sensorial” diseñado para manipular emociones. Sin contar otros asuntos espinosos, como la importancia de asegurar que el trabajo periodístico sea accesible para los mismos grupos (mujeres, discapacitados, personas de color) a los que sus empleadores suelen fallarles sistemáticamente.
Alfabetización en noticias. Aun los lectores y espectadores mejor entrenados pueden caer en las garras de las noticias falsas, engañosas o desactualizadas. Hablamos de una inversión a largo plazo: un estudio de la Universidad de Nueva York mostró que etiquetar la desinformación en redes y buscadores no impacta sobre actitudes y comportamientos. En cambio, una formación sostenida, que enseñe a identificar fuentes confiables, es una estrategia esencial para habitar el mundo informativo actual y futuro. Con un interés relativo de los gobiernos por avanzar en esa dirección, los empresarios mediáticos deberían tomar la posta. Ayudar a las audiencias a entender su propuesta de valor es fundamental para defender ese modelo.
Entender la tecnología. “Desconocer las preguntas adecuadas puede poner a los periodistas en posiciones peligrosas”, plantea el FTI, que recuerda la bomba fallida del portal indio The Wire: Instagram tenía un programa secreto que permitía a ciertos políticos eliminar posteos en forma directa. Cuando se supo que una fuente había manipulado a los periodistas para publicar esa historia, todos entendieron que el episodio podría haberse evitado manejando conceptos básicos como la autenticación de mails. Es vital que los periodistas tengan una expertise que los ayude a entender cómo la tecnología puede emplearse para ejercer el poder. Una de las salidas es la colaboración interdisciplinaria que promueven el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (fuente de las últimas primicias de alto impacto global) y sitios como Bellingcat y Anfibia, que reúnen a académicos y periodistas que pueden abordar asuntos técnicos complejos sin descuidar la calidad narrativa.
Ya sean auspiciosas o sombrías, excitantes o preocupantes, lo peor que se puede hacer es ignorar las noticias. En un contexto de viento en contra y saturación del mercado, la recomendación del FTI a los editores es perseguir la innovación real de los productos core, asegurando relevancia e integridad en la cadena de valor. El correlato del auge de la IA generativa, los asistentes de voz y la evolución de las interfaces debería ser el combate a la desinformación, la respuesta a las demandas que llegan con los nuevos dispositivos y la actualización permanente en la creación, la distribución y la monetización de la información. Sólo una cultura interna sólida puede responder a tantos desafíos. “Las organizaciones de noticias viven y mueren por su reputación”, concluye el informe. Sin esa confianza, la construcción de más y mejores audiencias se vuelve una ilusión inalcanzable.