Por Carlos Acosta. Desde hace ya varias semanas el gobierno, de la mano de Marcos Peña y Duran Barba, planteó una nueva agenda comunicacional. Enero debería ser el mes donde se terminen las malas noticias. Casi por decreto de necesidad y urgencia, los ejes temáticos no deberían ni rozar la economía y a su vez instalar otros como la institucionalización del país, la lucha contra el narcotráfico, la delincuencia, y en lo internacional Venezuela. El objetivo central era recuperar la confianza en Mauricio, y esperar que en algún momento aparezcan los ansiados brotes verdes.
Hay que reconocer que Jaime es un optimista del gol. Como si recuperar la confianza fuera fácil. Un contrato no puede recomponerse unilateralmente. En política el voluntarismo es infantilismo y la historia así lo demuestra. Pero éste es un gobierno mesiánico que reconoce su camino como único y desde hace tres años no puede meter ni una buena. ¿O acaso la agenda social es potestad única de los medios? Los pronósticos sobre el futuro para la vida real de quienes venimos sufriendo los efectos de la economía no son los mejores. Llegó febrero y las malas noticias siguen a la orden del día. Y no solo las económicas. Para la gente de a pie son las más importantes, vitales, diría. ¿Alguien puede dudarlo?
Tanto en política como en comunicación es fundamental tener el manejo de dos variables: lugar, para saber desde dónde arranco o vuelvo a arrancar, y tiempo. La impertinencia puede ser fatal. En el mejor de los casos un golpe de suerte puede llegar tarde y no servir para nada. Y una mala noticia puede hacerte perder una elección en 48 horas, como le pasó a Aznar en España con Atocha.
El gran problema de la mesa chica de este gobierno es que creen que lo saben todo, no leyeron ni la historia más reciente de nuestro país y están convencidos de que nos vienen a salvar. Puede que ser sólo un dato pero hablan de los argentinos, no de nosotros, no se incluyen.
Algunos recordarán que el tiro de gracia del gobierno de Alfonsín a fines del 89, y con Rodolfo Terragno como ministro, fue la crisis energética. No sólo propició la derrota electoral de la UCR sino que desencadenó el adelantamiento de la entrega de su gobierno. Después de distintos fracasos económicos, apagones, cambios en los horarios laborales, recortes en la emisión de los canales de TV, disminución al mínimo de alumbrado de avenidas, monumentos y edificios públicos, hasta la suspención de partidos de futbol nocturnos en los clubes de barrio generaron un caótico clima social.
Esta semana el gobierno se dedicó a que las fotos de Mauricio junto a María Eugenia se multiplicaran en los medios. Pensar que María Eugenia le suma a Mauricio es un error grande ya que genera, desde mi punto de vista, el efecto contrario. Mauricio le resta a María Eugenia. La decisión de desdoblar la elección propuesta por el núcleo duro de Vidal perdió frente la intransigencia Peña-Duranbarbista. María Eugenia no tiene todavía (si lo hubiese querido) la suficiente estatura política para cometer un parricidio. Las explicaciones que dan sobre los porqué no al desdoblamiento son muy poco creíbles. Mauricio no tuvo esa grandeza y le puede salir caro. ¿Será lo mismo para él perder con el peronismo federal que con Cristina?
Finalmente, este gobierno sigue confiando en la comunicación sin gestión para lograr la reelección. Pero sin gestión no se puede sostener ningún relato en el tiempo. Se jactan de seguir armando equipos sofisticados, con enormes bases de datos microsegmentadas, y otras herramientas que pueden ser útiles para dar buenas noticias. Enero se fue y la mayoría de las noticias no pueden ser peores. Hasta el FMI nos lo dice.