Por Pablo Corso. El 79% de los jóvenes estadounidenses se informan a diario, pero sólo el 32% disfrutan de hacerlo. Ese contraste, con planos que alternan entre la sorpresa y lo esperable, es la conclusión más saliente de un estudio a cargo de The Media Insight Project, un colaboración de la agencia The Associated Press, la Universidad de Chicago y el Instituto de Prensa de EE.UU (API, por sus siglas en inglés). La definición de “jóvenes”, vale aclarar, es amplia: 5.975 personas de entre 16 y 40 años, a quienes se entrevistó online o por teléfono entre mayo y junio de este año.
Aunque la estadística viene cimentando desde hace años la percepción de que diarios y noticieros se están volviendo un asunto exclusivo de los más grandes, algunos datos del reporte se revelan contra-intuitivos. Los jóvenes “están más involucrados y de más maneras de las que la gente suele creer”, confirmó Michael Bolden, director ejecutivo del API. Y si bien un 71% se informan por las redes, el consumo se está atomizando. Facebook ya no domina como solía hacerlo; hoy lo usan para obtener sus noticias cuatro de cada diez encuestados, cuando en 2015 eran casi seis. La dieta se completa con YouTube e Instagram (un tercio los consultan a diario), TikTok, Snapchat y Twitter (un cuarto).
Lo nuevo ya nació, pero lo viejo no termina de morir. Así, el 45% de los entrevistados obtienen sus noticias de medios tradicionales (categoría donde el estudio incluye a los portales informativos) y un 25% pagan regularmente por al menos un producto, ya sean revistas o diarios. Una cifra que despierta envidia a este lado del mudo, donde el dilema pasa por monetizar como sea a la audiencias en fuga o mantener el acceso libre para no seguir espantándolas. Al menos en el norte, las razones para suscribirse son variadas: desde conseguir cupones de descuento para comprar en el supermercado hasta apoyar al periodismo como institución, pasando por la pretensión de un cambio en el estilo de vida.
Esa heterogeneidad podría explicar una de las aparentes paradojas que atraviesa al periodismo estadounidense -y por qué no, de otras latitudes. Mientras los estudios aseguran que la confianza en las noticias no para de caer, su consumo atraviesa picos inéditos. Para clarificar la cuestión, otro informe de Media Insight sugiere que el escepticismo compromete a “los medios” como entidad abstracta, pero no a los que cada tribu sigue con amor y fidelidad.
El precio de estar informados
El compromiso ante la realidad -o ante la forma en que cada medio y plataforma la retratan- tiene un costo emocional elevado. En un mundo que viene acostumbrándonos a una sucesión de desgracias políticas, conmociones sociales, tragedias sanitarias y catástrofes climáticas, apenas el 36% de los participantes dijeron disfrutar del hecho de mantenerse informados. Nadie podría culparlos, como nadie podría ignorar el desplome de una variante que siete años atrás alcanzaba al 53%.
La fatiga informativa es un hecho incontrastable. Los jóvenes están dejando de hablar de las noticias con amigos y familiares, se sienten peor a medida que pasan más tiempo online y luchan por fijar límites a su exposición a los temas dañinos. Los asuntos con mayor audiencia, de hecho, están lejos de ser políticos. Celebrities, música, entretenimiento y cocina ocupan el centro de la agenda.
Los reflejos de auto-preservación parecen una consecuencia directa de la percepción sobre la calidad del periodismo. Un abrumador 90% consideran que la desinformación es un problema, con un 60% que opinan que es “un gran problema” al que ellos mismos han estado expuestos. ¿Quiénes son los responsables? Los organizadores se encontraron con otra sorpresa: plataformas, usuarios, medios y políticos fueron señalados en partes iguales.
La revelación podría sorprender a los periodistas de gráfica, radio y TV, convencidos de ser parte de la solución -y no del problema- en su lucha sin cuartel contra las fake news. El hecho es que, más allá de señalamientos y posibles equívocos, ellos también deberían lidiar con esa percepción, razona Bolden. Algunas sugerencias: explicar mejor la importancia de sus tareas y sus prioridades de cobertura, así como el funcionamiento de los gobiernos y las responsabilidades de sus líderes.
Más allá de la tendencia, las divisiones internas resultan significativas. Los demócratas, por ejemplo, tienen siete veces más probabilidades que los republicanos de decir que apoyan a los medios mainstream. Un cisma que no sería descabellado adjudicar al clima de época que ayudó a cimentar Donald Trump, con su desprecio persistente a los diarios, canales y sitios que buscaban contrastar con datos sus afirmaciones dudosas o directamente falsas.
Sería injusto, sin embargo, achacar toda la culpa al ex presidente. Ya hay una generación entera de personas acostumbradas a relacionarse con las noticias únicamente a través de peleas pirotécnicas y debates vacíos, advirtió el predecesor de Bolden en el cargo, Tom Rosenstiel. “Quizá escucharon a sus padres hablar de Walter Cronkite [“el hombre más confiable del país”, presentador durante dos décadas en la cadena CBS], pero no es lo que han visto”.
Foto de Peter Lawrence en Unsplash