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Claras definiciones de Martín Etchevers, Pte de ADEPA, en la tradicional cena del 57 ºaniversario de la Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina. Ante una nutrida concurrencia en la que participaron los responsables de los medios de todo el país, funcionarios, políticos y periodistas, su presidente dejó un claro mensaje sobre las responsabilidades de los medios de comunicación en esta nueva etapa que se inicia. Un análisis medular de lo que estamos viviendo y algunas consideraciones que vienen muy bien leer y que son un gran aporte para reflexionar en un momento donde el periodismo, por diferentes razones, necesita resignificarse. Compartimos su discurso completo.
Autoridades presentes, representantes del sector público, privado e intermedio, colegas y amigos:
Esta comida de fin de año es una sana costumbre que honramos en ADEPA desde hace mucho tiempo. Hacerla luego de una transición como la que acabamos de vivir en el país es una doble satisfacción. Primero, porque la labor de la prensa está íntimamente ligada al ejercicio democrático, a la vigencia de las libertades y los derechos humanos. Y al mismo tiempo, porque para ADEPA poder reunir en esta velada a flamantes autoridades electas por la ciudadanía junto a otras que hace pocos días concluyeron su gestión, es un signo de convivencia y diálogo que reivindicamos y aplaudimos.
También es un motivo de orgullo que esta noche coincida con la celebración de un aniversario como el de La Nación, que hace 150 años comenzaba a escribir su propia historia como voz de referencia en la difusión de información y en la difusión de ideas. Voz que, como tantas a lo largo y ancho del país, nutrió con su prédica editorial y su rigor profesional el escenario de la prensa argentina, que a su vez alimentó el rico e intenso debate público que desde siempre caracteriza a nuestro país.
Todos sabemos que no es fácil para una organización humana hablar en términos de décadas. Y menos en contextos donde las discontinuidades y las crisis no han sido la excepción, sino la regla. Por eso, no me parece casual que sea esta industria la que suela mostrarnos ejemplos de marcas que atravesaron dos y hasta tres siglos.
Esas marcas legendarias, esas “Marcas de Verdad” como decimos en ADEPA, junto a otras que año tras año vemos asomar en el espacio virtual, con estilos y públicos tan diversos como sorprendentes, son una prueba irrefutable de que el periodismo mantiene una función tan irremplazable como vigente en la sociedad.
Una sociedad conformada por audiencias que delegan en los distintos medios periodísticos la búsqueda y selección de información, tarea que aunque parezca al alcance de la mano de todos, requiere conocimiento: hay que saber buscar, entender, jerarquizar. Una sociedad que también delega en la prensa parte de la intermediación entre ciudadanía y poder, que de otro modo tendería a preferir un monólogo o a eludir la interacción. Una sociedad que le reclama elementos que ayuden a entender la realidad, a interpretarla, a explicar su complejidad. Que le pide opiniones para identificarse, para coincidir o para disentir. En definitiva, para pensar.
Y todo ese trabajo requiere de organizaciones que se dediquen profesionalmente a hacerlo. En los últimos años hemos asistido casi a un dogma de fe acerca de las supuestas ventajas del ejercicio individual de la opinión, de la divulgación, aún de la producción informativa. Potenciada por las enormes e indiscutibles posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, las redes sociales y el emprendedurismo digital. Bienvenidas sean esas experiencias. Son novedosas, inspiradoras y refrescantes. Pero la tarea a largo plazo de una redacción formada para generar un producto periodístico permanente, con áreas de especialización, con estándares de calidad, con recursos para investigar, con planteles experimentados e innovadores, con una estructura que le permita no sólo costear todo lo anterior, sino aún asumir las responsabilidades patrimoniales que le correspondan. Todo eso es intransferible y sigue siendo un diferencial de las organizaciones periodísticas bien constituidas. El mundo da cuenta de ello todos los días: cuando aparece una filtración de datos a gran escala, de indudable interés público, es la prensa la que la legitima. Cuando aparece una campaña de desinformación, son los medios de prensa los que la contrastan y esclarecen.
Ese es el valor que esta actividad está llamada a aportarle a la conversación democrática. Ni medios ni periodistas pretendemos fueros especiales o garantías de indemnidad. Estamos para dar cuenta de lo que decimos. No nos escondemos detrás de un perfil falso ni de una cuenta trucha. No somos navegantes anónimos ni trolls. Damos la cara y asumimos la responsabilidad de lo que publicamos. ¿Cometemos errores? Claro que sí. Y cuando nos equivocamos respondemos por ello. Y debemos hacerlo sin excusas.
No le tenemos miedo a la auditoría social que, también de la mano de la tecnología, es cada vez más incisiva. Tampoco a dar todos los debates que se nos requieran. No somos impolutos ni intocables. De hecho, estamos comprometidos en seguir evolucionando. La agenda de ADEPA está protagonizada por cuestiones de capacitación, de desarrollo profesional, de promoción de buenas prácticas. Nuestros premios, que entregamos esta mañana, son una muestra de ese compromiso vigente desde hace décadas. Hay mucho y buen periodismo en la Argentina. Y también hay mucho espacio para seguir mejorándolo. La profesión rinde examen todos los días ante una sociedad que cada vez nos exige más. Y es sano que así sea.
Cuando reivindicamos la búsqueda del dato, el chequeo de la información, el dotar de un sustento fáctico común el debate público, estamos volviendo a las fuentes, al ejercicio básico del periodismo. Que también incluye, obviamente, el análisis y la opinión, géneros tan emblemáticos como necesarios. Todos ellos conforman ecosistema informativo. Y así como sería bueno que en esta época de “postverdad” podamos hacer el esfuerzo intelectual de respetar los hechos y dejarlos fuera de la discusión ideológica, también sería bueno que podamos enriquecernos con las opiniones diferentes sin que estas sean un símbolo de enfrentamientos irreconciliables ni del intento de anular al otro. Siempre será bueno escucharse, explorar las coincidencias y aceptar las disidencias. No se trata de buscar la homogeneidad sino de poder convivir en la heterogeneidad. Y de encontrar aquellos espacios comunes que nos permitan caminar juntos hacia un futuro más inclusivo para todos.
Creo que este es un objetivo mayoritario de la sociedad, de todos los sectores que intervenimos de un modo u otro en la vida pública. Un objetivo que cobra más valor en contextos de dificultades como el que vivimos. Y que en nada se contradice con el de cumplir cabalmente la función de la prensa de ser un aguijón en el ejercicio del poder. Sin que esto signifique, como a veces se quiere mostrar, ni un deseo de aniquilamiento ni una apuesta al fracaso, porque el fracaso siempre nos afectará a todos.
Sabemos que la sana tensión entre prensa y poder político es inherente a nuestro sistema constitucional. Sintomático sería que no la hubiera. Hablaría de una democracia de baja intensidad. Hablaría de medios adormecidos, de gobiernos que buscan establecer con ellos relaciones transaccionales. Hablaría de periodistas que han perdido su fuego interno y de funcionarios que, en lugar de tomar al periodismo como un insumo para su gestión, lo viera como un enemigo a derrotar.
Siempre es bueno recordarlo: los medios profesionales no somos adversarios políticos, no vamos a elecciones. Tenemos distintas miradas y todas son legítimas, todas alimentan la conversación pública. Como la alimentan las voces de los funcionarios, de los empresarios, de los sindicatos, de los actores sociales, de los intelectuales. Atribuirle intereses extraños a cada palabra que se escribe, a cada imagen que se difunde, a cada frase que se dice al micrófono, nos aleja de la esencia de esta profesión. Que está básicamente atravesada por personas de carne y hueso, personas que dan la cara y ponen el cuerpo. Y por eso mismo por la pasión, por la subjetividad, por los estímulos diversos, por la necesidad de ser testigos, por las ganas dar una primicia, por el entusiasmo de sorprender con un dato, por la adrenalina de revelar un secreto públicamente relevante.
Y así como reivindicamos estas herramientas que hacen a la esencia del oficio periodístico, también reivindicamos el derecho del resto de los actores del sistema a debatirlas, a replicarlas, a criticarlas. ¿Cómo no lo haríamos si nuestro propio ADN en ADEPA es la defensa de la libertad de expresión de todos? Claro que, como solemos repetir, debemos cuidar que esta discusión, saludable y legítima, no pueda ser malinterpretada ni leída como una advertencia para el trabajo de los periodistas en el futuro.
Prensa y política se necesitan mutuamente para poder desplegarse en plenitud. El flamante presidente y muchos de los políticos aquí presentes seguramente encontraron en la prensa, cuando estaban en el llano, un instrumento para expresar sus ideas, para llegar a la sociedad, para dar la discusión electoral. Casi todos, con seguridad, se han visto de los dos lados del mostrador de la política, y por eso saben que la prensa autónoma es un actor necesario, que garantiza que los espacios no sean ocupados solamente por quien detenta los recursos estatales o de un sector económico.
Todos los que hacemos periodismo siempre vamos a querer hacer un mejor periodismo. Pero sabemos que además de la vocación profesional, para aspirar a eso se necesita algo más. Se necesitan organizaciones periodísticas sanas. Y esto requiere pensar en cómo brindar herramientas de sustentabilidad en un ecosistema que cambió drásticamente en las últimas dos décadas.
En ADEPA hemos tenido una agenda al respecto en estos años. Y, como hemos dicho aquí mismo, gran parte de ella pudo comenzar a encararse por el compromiso de la política en su conjunto, de la política con mayúsculas. Podemos decir con tranquilidad que en esta entidad y en estas gestiones superamos la grieta. Tenemos un objetivo mayor, que es la defensa de una actividad que creemos firmemente estratégica para el país y la democracia. El Congreso Nacional, quizás el poder más representativo de esa democracia, fue el ámbito por excelencia donde pudimos plantear nuestras necesidades, y donde vieron la luz proyectos alineados con lo que sucede en el mundo y proyectos novedosos en los que la Argentina puede ser referencia.
Lo hemos dicho muchas veces: el sistema de medios en la Argentina es de los más vibrantes de la región. Esta noche da muestras de ello. Medios de todos los tamaños y las líneas editoriales. De todas las provincias. Medios que en cualquier caso son voceros de las comunidades que representan, que son cientos en todo el país. Que la prensa argentina haya sido históricamente una de las más desarrolladas de América Latina y que lo siga siendo en términos de innovación digital, de reconocimientos internacionales, de liderazgo institucional, tiene que ver con ese legado educativo y cultural que todavía nos define.
Que ese activo sea un diferencial a defender y a potenciar, es un reto para la sociedad argentina y para su dirigencia. Asumirlo proactivamente nos permitirá no sólo seguir fortaleciendo la institucionalidad sino promover una industria cultural de proyección local e internacional.
Tenemos que encontrar modelos que, sin apelar a discrecionalidades, a favoritismos, a premios o castigos, brinden respuestas innovadoras para fortalecer la generación de bienes intangibles como son los contenidos, tanto informativos como formativos y artísticos.
Tenemos que incentivar la producción periodística a lo largo y ancho del país. Porque se trata de una industria de valor agregado, que genera puestos de trabajo de calidad, que permite sostener la identidad cultural y la fortaleza institucional de cientos de comunidades, que permite absorber la capacidad intelectual, la creatividad y el talento de miles de argentinos.
ADEPA nació al calor del federalismo. Nuestras asambleas y reuniones se distribuyen a lo largo del territorio nacional. También ha sido una prédica constante de nuestra entidad que las políticas nacionales de medios privilegien a los medios locales. No queremos desiertos informativos, cuyo avance preocupa en otras latitudes. Porque esos desiertos también desertifican la savia institucional de las comunidades en las que los medios deben cerrar. Le quitan nutrientes que van secando también los anticuerpos sociales propios de la democracia.
Señoras y señores, los medios en el mundo nos enfrentamos a desafíos similares. Pero al mismo tiempo el valor institucional de nuestro trabajo es ratificado todos los días, de Washington a Londres, de Madrid a Buenos Aires, de La Paz a Tucumán, de General Roca a Tres Arroyos.
Claro que, al mismo tiempo, muchas veces el esfuerzo que requiere hacer ese periodismo de relevancia es usufructuado por otros actores del ecosistema. Comprobamos que el público nos busca cada vez más -nunca tuvimos tantos lectores- pero que esas búsquedas terminan beneficiando a otros que aprovechan ese trabajo para vender más y más en un mercado publicitario como el digital, donde nuestra participación se reduce considerablemente. Con algoritmos cuya lógica no termina de transparentarse, pero en los que se vislumbran niveles de discrecionalidad riesgosos para una sociedad que quiera informarse sin burbujas de sentido ni sesgos de confirmación.
No hablamos de actores de los que los medios ni nadie en la sociedad actual pueda prescindir. Pero sí decimos que no se trata de meras relaciones comerciales privadas. Se trata de un cambio de paradigma en la vida cotidiana de millones de personas que ponen a estas plataformas en un lugar de mucha responsabilidad. Lo hemos visto en fenómenos electorales, en la diseminación de campañas de desinformación, en el uso de datos privados. Creemos que son estas urgencias y estas prioridades, que involucran al funcionamiento de la democracia misma, las que demandan el foco de todos, sociedad civil, industria y poderes públicos, en los próximos tiempos.
Hace poco saludamos la convocatoria del flamante Presidente de la Nación a construir un país entre todos. ADEPA no puede menos que coincidir con ese enunciado. El año pasado reivindicamos en esta cena los espacios donde la política pudo trascender lo agonal y encontrar respuestas de síntesis, también para nuestra industria. En esta querida entidad, nosotros también encontramos una síntesis en nuestra diversidad: defendemos principios, como la libertad de expresión, o el respeto a la labor de la prensa. Y también defendemos el papel y la salud de las organizaciones periodísticas para la calidad de la democracia. Estamos convencidos que de ese modo honramos no sólo un legado histórico con base en nuestra Constitución, sino que contribuimos a fortalecer los cimientos de una sociedad cada vez más informada, cada vez más desarrollada, cada vez más plural. En definitiva, cada vez más democrática.
Muchas gracias.