«Las nuevas masculinidades no son un nuevo producto sino una discusión indispensable» La frase es de Luciano Fabbri, Dr. en Ciencias Sociales (UBA) y Lic. en Ciencia Política (UNR), Coordinador Área de género y sexualidades (UNR) e integrante del Instituto de masculinidades y cambio social y miembro del Consejo Asesor Ad honorem del Ministerio de Mujeres, géneros y diversidad de la Nación; Fabbri formó parte del segundo encuentro virtual de capacitación “Estereotipos, fin de una época” que organizó el Consejo Publicitario Argentino del que también participaron Victoria Vaccaro, Especialista de Género de la Iniciativa Spotlight en Argentina; Andrés Arbit, Realizador audiovisual, Documentalista y uno de los creadores de Privilegiados. Con enorme claridad conceptual, Fabbri nos invitó a preguntarnos y a cuestionar ¿qué es la masculinidad? y alertó sobre los riesgos de hacer de las nuevas masculinidades nuevos estereotipos.
“Se suele creer que los hombres somos así, que es lo normal y natural, que lo masculino está en los genes o en algún otro reservorio indiscutible. Otra cosa es como nos sentimos o nos percibimos, pero hay algo “del orden de la verdad” sobre lo que los hombres somos. Los sentidos comunes y hegemónicos suelen asociar al plano de lo natural, lo biológico, lo genético y eso es parte de lo que un nuevo marco interpretativo necesita poner en discusión sobre las nuevas masculinidades. Los estudios y los activismos de género nos invitan a interpelar, a pensar de manera crítica la masculinidad, abonando a esta intuición de que algo está mal y algo hay que cambiar en torno a las masculinidades. ¿que es lo que hay que cambiar? ¿para quiénes?” destacó.
“La masculinidad en singular funciona como una norma, como un mandato, como una ficción reguladora y disciplinadora a la que debemos aproximarnos a como de lugar para ser reconocidos y merecedores de esa masculinidad” explica Fabbri – “Pero nunca nadie llega a ser digno merecedor del reconocimiento de la masculinidad sino que es un ejercicio de actuación y demostración permanente fundamentalmente actuado de varones para otros varones, que somos quienes nos damos y quitamos ese reconocimiento. Esa ficción funciona como disciplinadora. Nos autoregulamos y nos reprimimos para encajar en esos moldes que nos permiten el reconocimiento”.
Esa masculinidad está asociada a la autosuficiencia, la racionalidad, la potencia, la actividad y el poder. La masculinidad como mandato esta asociada como ejercicio de jerarquias, desiguales e injustas que vulneran derechos, discriminan y de algun modo afectan a las masculinidades distintas que se alejan de esos mandatos. “La masculinidad no es sinónimo de cuerpos con pene y testículos –aclara–, sino que es es una construcción y una expresión en el mundo, y tambien puede ser desarrollada por otras corporalidades, personas no reconocidas socialmente como varones. La masculinidad es un fenómeno histórico, una construcción social”.
“Hay una relativa incomodidad cuando se denuncian los efectos nocivos de los esquemas de desigualdad. Muchos varones nos sentimos expuestos, señalados, observados. Se genera malestar y enojo. Los varones sentimos una fuerte desorientación. Los feminismos nos mueven el piso. Esa sensacion de incertidumbre no se lleva bien con el mandato de masculinidad que demanda certeza, o por lo menos aparente certeza.” explica. Lo cierto es que esos mandatos afectan a los propios varones privilegiados tambien que viven y mueren persiguiendo esa promesa de éxito. Ahi se coartan sus deseos. “La masculinidad como norma, como mandato es causante de una estructura de infelicidad colectiva. Eso tenemos que poner en diálogo” interpela.
¿Que pasa con las demandas de igualdad de los feminismos? se pregunta Fabbri: “Los varones no sabemos muy bien que hacer con quienes reclaman el fin de esta epoca (fin del patriarcado, una epoca sin mandatos de genero, sin estereotipos) es importante generar espacios para que las nuevas masculinidades no devengan un nuevo producto sino fundamentalmente un nuevo espacio indispensable para la conversación. Los feminismos deben presentarse no como una amenaza para los varones sino para las relaciones de desigualdad que los varones tenemos naturalizada y normalizada.”
El desafio para los comunicadores. Para Fabbri es importante “poder comunicar que los feminismos tambien son una oportunidad histórica para nosotros para soltar mandatos, para construir una relación mas saludable con nosotros mismos y con nuestros vínculos, para ser mejores, para ser mas libres. Esto supone un desafío muy fuerte y una responsabilidad para los espacios de comunicación. Comunicar para tender puentes y no para ensanchar la grieta, comunicar para el encuentro y no para el aislamiento afectivo, comunicar para poder ofrecer coordenadas que nos permitan transitar la desorientación de manera colectiva y no para vender nuevas certezas. Que nos permita abrazar la incomodidad como principio de movimiento y no la quietud de la autocomplacencia y para asumir nuestra responsbailidad histórica sin grandes heroicismos ni victimismos sino para hacer efectivamente de las nuevas masculinidades no un nuevo producto vendible sino una conversación posible, necesaria e indispensable para una nueva época con más igualdad.” concluye.