Amsterdam. Una calle circular en el barrio de la Condesa, en México, le da nombre a un perro y a la serie que Gustavo Taretto estrenó el mes pasado en HBO. Con él nos encontramos para charlar sobre detalles, secretos, una carrera publicitaria colando todo su know how y el paso a paso de este proyecto que lo tuvo como creador, guionista y director, y que entusiasmó hasta a Meme de Café Tacuba.
¿Cómo fue la experiencia?
Todo un aprendizaje. Hay días en que la publicidad me parecía más humana.
¿Por qué?
Porque tenés más contacto. Todas las áreas tienen sus dificultades pero en la publicidad que hice, al menos en los últimos diez años, el diálogo existe y acá es distinto. Primero básicamente porque el universo de las series es como un nuevo lugar y eso es lo lindo que tiene. No es la televisión y no es el cine. Es un espacio nuevo, distinto, ajeno a la publicidad por primera vez porque no se habla de publicidad dentro de las series. No hay intención de cobrarle un product placement, por lo menos a HBO no le interesa. Obviamente ellos se sostienen en el abono de sus suscriptores. Es un vínculo ajeno a un montón de cosas y me encantó entender eso rápidamente. No es ni una película, ni un programa de tele. El consumidor decide mucho todo: qué es lo que ve, cómo lo ve…
¡Dónde, cuándo y cuánto tiempo lo ve! Es otro contrato. En el cine, te quedás. Pagás una entrada y es toda una ceremonia que excede a la película.
El cine te impone condiciones. Es una ceremonia. A lo sumo te malhumorás si alguien hace mucho ruido comiendo o te preguntás por qué está viendo el celular, esas cosas que te desconcentran. Y a la televisión la tenés prendida mientras contestás mails. En las series la gente decide. Se estrenó el domingo de la semana pasada y el lunes me escribió gente que se había visto los diez episodios. Cada cual decide cómo le gusta ver.
¿Cambia la forma de contar también? Vos hiciste de todo: pelis, cortos, publicidad.
La diferencia es que quizás lo que te limita es el tiempo. Nunca filmé tanto. Fue como filmar tres largometrajes seguidos pero no con la cantidad de tiempo que te tomarías para hacerlo en el cine. Todo es más apretado. Se supone que hay como unas reglas ahí pero yo no las seguí. Ámsterdam fue bastante excepcional para ser una serie. Primero, gracias a HBO, que me dijo: «Nos gusta este proyecto, nos gusta esta idea», y me pusieron cero límite. Lo tomaron como venía. No hubo reescritura cuando en general el proceso en cualquier plataforma es difícil hasta llegar al guion definitivo, hay mucha ida y vuelta, y en este caso los diez guiones que mandé quedaron aprobados. Después en general en el formato de serie, tienen dos o tres directores por la cantidad de semanas de rodaje…
¿Es para desdoblar y poder correr en paralelo?
Algunas cosas se hacen en paralelo pero sobre todo es para no agotar al director y, al mismo tiempo, para no darle la manija a una sola persona. La manera de tener el control siempre es dividir.
Claro, pero vos acá tenías todas las sillas: creador, guionista y director.
Por eso fue distinto. En algún sentido fue como una serie de autor porque me dejaron hacer todo lo que quería y, entre esas cosas, estuvo filmar a una sola cámara. En general se filma a dos para poder generar el material suficiente pero nosotros teníamos muchas cosas que están contadas con plano secuencia; se filmó como cine. No sentí que estuviera haciendo algo distinto de lo que hice antes. Todo el equipo es gente de cine. Hicimos una peli de quince semanas pero episódica. La pase bárbaro y me sentí muy triste cuando terminó porque quizás me toque o pueda hacer cosas con mejor resultado, pero creo que nunca voy a volver a experimentar la libertad que tuve en esta. Y todo fue mérito de la gente de HBO que son, entre las plataformas, los que más celebran tener autores.
¿No meten tanta mano?
No tratan de llevarlos y meterlos en una cajita. Les gusta más que los proyectos tengan personalidad, diversidad y, en ese sentido, apoyan y dan feedback superinteresante pero ellos siempre quisieron ser el cine en la tele y eso lo sostienen.
Para el que no la vio, sin spoilear, ¿cómo se la contarías? El punto de partida es una pareja que no sabe cómo vivir junta y no sabe cómo vivir separada; la excusa es un perro que va de mano en mano y es lo que por un lado impide que tomen distancia y al mismo tiempo ellos lo usan para evitar hacerlo. Lo que intenté hacer en Medianeras y acá también son las historias de amor que no se parecen a las comedias románticas. Las que tienen más matices, donde el amor tiene más dudas. La particularidad de mi carrera publicitaria es que me tocó trabajar mucho con los millennials cuando los millennials tenían 15 años, entonces creo que, de tanto trabajar para ellos, entendí bastante.
Justamente me parece que, más allá de la historia, hay muchos temas de agenda. No sé si adrede, sin querer o esto de que ya los venías acompañando desde hace un tiempo, pero está todo: los vínculos, las relaciones con el trabajo, la maternidad, el género…
Se me van colando. No tenía una lista. Creo que yo me quedé en los 30 y me gustan porque es como que sentís que tenés background, que viviste y también tenés un montón de cosas por delante. Lo interesante es que la gente de 30 de hoy se permite, y les permiten, tener dudas. Si la carrera que elegiste te va a dejar vivir de eso, si querés vivir de eso… Yo entré como director de arte junior y salí de la publicidad, veinticinco años después, como director general creativo de varias agencias que es un poco el espejo que veía en mi viejo: el que se dedicaba a una sola cosa por mucho tiempo. La publicidad lo que siempre tuvo de interesante y divertido es que eras DGC de DDB, de Ogilvy, de Thompson. No cambiabas tu profesión pero sí tu lugar de trabajo; conocés otra gente, conocés otras marcas. Tiene esa cosa linda, para mí, que es que siempre el problema es nuevo, o parece nuevo al principio. Mi viejo estuvo entrenado para la fidelidad, entrenado para trabajar en el mismo lugar, entrenado para un montón de cosas que mi generación empezó a cuestionar, la que vino después rompió definitivamente y la que viene más atrás, hackea completamente a los de 30. Hablan los temas desde otro lugar.
Este proyecto nace varios años atrás. ¿Cuánto cambió en el proceso?
¡Sí! Esa es otra de las diferencias con la publicidad. En publicidad te llega una cosa, sale o no sale y se concreta relativamente pronto. Acá debés tener mucha paciencia porque se demora. Porque hay que convencer a mucha gente y mucha gente se tiene que convencer. Lo presenté por primera vez en 2017, hace cinco años. Cambió de nombre, cambió hasta de barrio. Se llamaba Bonpland y yo tenía la fantasía de caminar dos cuadras desde mi casa y estar en el set. Con gente que conozco, en un lugar que conozco. Estaba totalmente anclado en Palermo. Los personajes son exactamente los mismos. La serie se escribió completa, los diez episodios llamándose Bonpland. Les encantó cuando la leyeron y me dijeron que en México faltaba ese tipo de proyectos. Que era mejor, más grande, hacerlo ahí. En México se está librando la batalla de las plataformas y es el mercado más grande e interesante. Al principio fue un shock total. No me daba miedo la ciudad, sí el cómo somos recibidos los argentinos en México. Y lo que más miedo me daba era el desconocimiento de los actores mexicanos.
¿No podías llevar de acá?
No. Tenían que ser muy mexicanos con equipo mexicano. El único que defendí que fuera argentino fue López y me lo tomaron. Igual colé cosas argentinas. El mate, River, un pasado de ella en la Argentina; todo eso me lo permitieron pero la serie iba a ser mexicana. Lo primero que hice fue ponerme a ver películas mexicanas y empezar a ver cosas que normalmente no hubiera visto. Fue un proceso. Me llevó tres o cuatro meses acostumbrarme. Primero a entender qué tenía que ver de la producción mexicana para encontrar a esa gente, y después tuvimos un muy buen director de casting con el que hablé un montón, le dije qué estaba buscando, qué esperaba y empezaron a aparecer los actores. Estoy muy contento con todos en general.
Ella es increíble. Tiene magia. Le creés todo.
Ella es increíble. Está muy contenta con la serie, dice que es su mejor trabajo. Tiene muchos matices. Superexpresiva. No es el típico personaje de comedia romántica que está hecho para que la adores. Por momentos la querés matar. Es muy competitiva, de a ratos muy celosa. Es mala también. Y eso me gusta.
Un poco como todos.
Eso es lo que me gusta de la serie. Todos los personajes tienen cosas adorables y muy controvertidas.
Nombraste varias veces Medianeras y se coló hasta en la serie.
Al principio fue de vago. La publicidad también se cuela. Quería que ella fuera a un casting de publicidad y a uno de cine y cuando escribí ese primer capítulo, quería avanzar rápido y dije bueno, el de publicidad ya sabía que quería que fuera un beso. Una amiga que me ayudó cuando se empezó a armar el proyecto, Romina Paula, me contó que una vez fue a un casting de publicidad de un chicle y se tuvo que besar con cinco pibes. Eso era lindo de contar pero de cine, tenía que pensar qué escena le daba: dije «voy agarrar un texto que ya tengo» y ahí quedó. Después me di cuenta de que iba a estar bueno ver ese guiño para la gente que me conoce.
Y vos también hacés un cameo ahí como director de publicidad.
Siempre que puedo, me meto. Salvo en Las insoladas porque no había manera de meter un varón.
Pero ¿por qué ahí y no como el dire de Medianeras, como dire de cine?
Hice un contrato conmigo mismo de que cada vez que hubiera un kiosco, yo iba a ser el kiosquero. Así aparezco en Medianeras y en los cortos. Cada vez que hay un kiosco, el que atiende soy yo. En México no había una escena así, entonces pensé bueno, me meto en el director de Publicidad que es más fácil, tengo más cerca al personaje. Y al mismo tiempo sí hay muchos directores argentinos en México y me pareció que era más verosímil ponerme de director publicitario. Pero en general, como no soy actor, hago personajes que conozco. Este lo conozco porque trabajé cinco años en un kiosco.
Más allá de la historia, la serie tiene cosas que me encantaron: el vestuario, las locaciones, que son un personaje más…
Bueno, mi debilidad son las locaciones y también es la debilidad de Gonzalo, el director de Arte. Lo que tuvo este proceso es que todo el equipo era nuevo. No conocía a nadie y fue el único argentino en el proceso. En Uruguay, todos uruguayos y en México, todos mexicanos. Me ayudó muchísimo que tanto los actores como el resto de la gente habían visto Medianeras. Entonces les era más fácil meterse en el universo y entender por qué siempre tengo un personaje que es guía turístico. Siempre en cine, en todo lo que hago, mi punto de partida es en dónde sucede. Yo no puedo hacer una puesta de cámara genérica. Necesito saber cómo es el lugar. Los tres colaboradores más importantes fueron el director de Arte, la fotógrafa y la vestuarista, que ya se conocían. Charlamos mucho antes y creo que por eso es tan armónico cómo se complementan todas esas cosas. La casa de Nadia y Martín, donde mucha gente me escribe que quiere vivir, está hecha en decorado y en función de lo que queríamos contar y cómo lo queríamos contar. La circulación de la casa, el pasillo, el baño con altura, el patio interno, el externo. Fue un lío en la primera escena donde se pelean y él sale. Esa casa es en Uruguay pero cuando abre la puerta y sale al patio donde tiene el escarabajo, eso es México. La productora Cimarrón estuvo muy bien en ese sentido porque apoyó mucho. Se trabajó como cine y creo que eso, a la larga, se nota.
Otro pilar, sin duda, es la música. Y ahí te diste algunos lujitos, ¿no?
¡Me di muchos lujos! Desde el principio, en el proyecto, él era músico. Tenía una banda que se llamaba Playlist y hacían covers curados con un determinado criterio. Obviamente se asustaron cuando leyeron el primer episodio y tenía un tema de los Beach Boys. Así que fue «déjenme terminar de escribirla y después tomemos la decisión». Cuando terminó de escribirse y cerraba con «Always on my mind» y entendieron el porqué de cada tema en cada momento de la pareja. No se discutió más, lo que estuvo buenísimo.
¿Cómo entra Meme de Café Tacuba?
La serie la escribí para la Argentina y todos los temas eran los mismos menos el que canta Meme, en el episodio 9. Yo acá tenía «Tu amor» de Charly y Aznar, con el sueño de que alguno de los dos estuviera ahí para cantarlo… De más está decir que Café Tacuba es genial y Meme en particular es lo más. Siempre seguí escuchando cosas de él y de artistas que él producía y dije «¿por qué no lo invitamos a que haga los covers?». Probemos. A esta altura ya todos estábamos muy entusiasmados con la serie y son las cosas extra que no tenías pensado y de golpe salió. Obviamente que entre Meme en la serie cambió las cosas porque invitó y seleccionó a los artistas él personalmente. Fue la parte que más disfruté.
Una locura.
Y es que de repente trabajás con alguien que fuiste a escuchar al Gran Rex y te llama y ¡te pide que opines sobre sus arreglos! Supereducado, muy cariñoso con el proyecto. Le gustó, lo entendió y fue para adelante. Al principio le llamó la atención lo de los artistas invitados, pero en realidad Playlist está basada en la banda de un amigo mío con el que colaboré gráficamente en los 90 y que después fue el músico de Medianeras y de todos mis proyectos: Gabriel Chwojnik. Su banda se llamaba Orquesta Rojo Amor. No era una formación estable, solo él estaba siempre porque era el director de la orquesta, pero todo el tiempo invitaba gente a cantar. Hacían shows en el Morocco, el Dorado o en el C.O.D.O., y capaz que ibas un día y lo tenías a Diego Frenkel cantando canciones de Sandro. He visto a Miguel Zavaleta de Suéter cantando «Hit the road, Jack», a Juana Molina, a Verónica Llinás cantando en alemán. Lo único que hice fue agregarle una curaduría.
Y para Olivia también debe haber sido increíble.
Oli grabó en Uruguay. Ese tema no lo arregló Meme pero lo arregló otro genio, Luciano Supervielle, el de Bajofondo. Soy muy fan de lo que hace Olivia musicalmente y creo que soy objetivo, que no me influye lo de ser su padre. Y además de gustarme mucho la música que hace, me parece increíble cómo canta y cómo canta los standard de jazz. Me encanta compartir un proyecto con ella. Olivia fue la única que leyó todos los guiones antes de que los vieran en HBO porque para mí siempre su feedback es valioso, invalorable. Nos manejamos los dos con mucha sinceridad en las devoluciones y aprecio su mirada sobre las cosas. Hubo una doble participación de ella: por un lado, canta en uno de los episodios, justamente un standard de jazz. Me parecía bien tener una artista emergente en el contexto de la serie donde hay indies, emergentes y artistas consagrados. Por otro lado, cuando empecé a pensar el soundtrack de la serie, había dos variables: para Martín quería que fuera música instrumental porque él es un personaje que no tiene voz. Quería que estuviera en el mood de su personaje que hace covers, entonces son variaciones de «God only knows» y otras incorporaciones. Todo eso estuvo a cargo de Gabriel Chwojnik; y para Nadia, quería que fuera lo opuesto, que la música fuera electrónica, bien actual, y que el instrumento que predominará fuera la voz. Todas esas cosas me hicieron pensar primero en Olivia. Ella se copó y lo compartió con Pablo Burstein y juntos hicieron todo lo que corresponde al personaje de Nadia.
Imagino que hay mucha gente en nuestra industria que tienen un guion, una idea, y ahora la meca es entrar en las plataformas. ¿Cuáles son los pasos a seguir?
Me piden que les cuente el proceso pero lo mío fue un accidente. A mí me invitaron al festival de cine de San Sebastián a hablar sobre Medianeras, cómo había sobrevivido a su parte de proyección y se había convertido en una especie de comunidad de gente que la sigue viendo, recomendando y posteando. A un productor de HBO lo habían invitado a hablar de otro tema y nos tocó convivir en una mesa redonda. Yo había preparado una presentación que a él le llamó mucho la atención, había gente en el público que había visto la peli y la festejaba mucho. Le dio curiosidad, la vio esa tarde en su habitación y al otro día se acercó y me dijo que le había encantado la peli, cómo pensaba, cómo presentaba, y me dijo «presentame algo, soy de HBO». En ese momento, el formato eran trece capítulos de una hora, pero me dijo «me parece que lo que va a empezar a funcionar son formatos de media hora así que probá con 8/10 capítulos de media hora». El tono ya lo había visto en Medianeras: dramedy, por ponerle un nombre. Volví y empecé a bajar biblias de internet de las pocas series que había visto, como para organizar una presentación que no les resultara a ellos tan disruptiva, pero terminé dejando todo eso de lado y la hice a mi manera. Descarté el keynote e hice un video con imágenes y voz en off. Obviamente la publicidad te da herramientas para hacer eso más o menos dignamente y rápido. Lo mandé y ahí empezó. Tardaron dos años en contestar. Cuando lo hicieron el tipo ya no estaba en la compañía pero se ve que la gente que se quedó se enganchó con el proyecto. Me preguntan cómo fue el pitch pero yo no tuve.
¿Entregaste los diez episodios juntos o entregaste el primero a ver qué pasaba?
La primera vez presenté esta biblia anárquica pero no les conté ni cómo terminaba. Les mostré el universo, los lugares, me fui por Palermo a sacar fotos, todo lo que yo sabía que iba a ser la serie: vestuario, música y la ciudad. Eso lo tenía muy claro. Les mandé eso y un capítulo. Imagino que el proceso debe ser igual en todas las compañías, cuando ellos decidieron hacerla, presenté el arco de la primera temporada: cómo empieza, cómo termina, qué le pasa a cada personaje, en líneas generales. Ahí te compran el proyecto, es de ellos y pagan el desarrollo. Entonces sí me puse a escribir los diez episodios. Fue un proceso de seis meses.
¿Entregás llave en mano?
En general cuando sos director invitado, vas, dirigís, ves un par de cortes, hacés los comentarios y te vas. Pero yo acá chequeé hasta el último detalle, estuve en todo el proceso, la mezcla de sonido, los masters…, todo lo que pude, lo cuidé. En ese sentido fue mucho más como una película. Nunca te van a compartir realmente cuánta gente la vio, pero está segunda en México, así que se está haciendo su lugar. Estoy feliz porque se elogia mucho cómo está hecha, cómo está actuada y los diálogos.
Me da mucha alegría
Yo recién lo dimensioné el otro día cuando lo vi en la tele, vi el logo de HBO y caí
Y todo esto mientras seguías dirigiendo en Primo. ¿Cómo fue ese balance?
A mí particularmente me gusta mucho el capítulo 7 de Ámsterdam y ese capítulo lo escribí en una van viajando de Valparaíso a la Ciudad de México, a las 11:30 de la noche. Un viaje de una hora y media, dos. Lo tenía que mandar, estaba filmando una publicidad con La América para Chile y viajaba con Keke [Roberts] en la van. Para las cosas que me gustan tengo energía y cabeza. Es un capítulo que me gusta mucho. Siempre encuentro un rato para escribir y seguir disfrutando de la publicidad. Me gusta mucho la publicidad. La pregunta que voy a tener que responder, porque ya me llegaron ofertas, es si puedo o no ser un director contratado.
¿Ya sabes que vas a contestar?
No.
¿Depende?
Exacto. Es que Medianeras la escribí y la dirigí; Insoladas la escribí y la dirigí, Ámsterdam también…
¿Estás listo para soltar una partecita?
Esa es la gran pregunta. Porque además mis puntos de interés son particulares. A mí me gustan los detalles, los diálogos y las cosas muy, muy simples, las cosas humanas. Entiendo que por ahí hay gente que ve Ámsterdam y dice «no me interesa», pero sé que a los que les interesa, se la devoran. Disfrutamos las mismas cosas y empiezan a salir posteos como «yo no necesito un psicólogo, necesito alguien que me quiera», una línea de un personaje que hace Nadia dentro de la película. Hay gente que se ha tatuado cosas de Medianeras. Saber que esas cosas trascienden me da un placer enorme. Pero volviendo al tema, en publicidad no tengo problema, obviamente como DGC trabajé para marcas que me encantaban y otras, no tanto e hice trabajos que me encantaron y otros no mucho. Cuando dirigís, pasa lo mismo. En publicidad yo me acomodo a lo que me deja el que me pide el trabajo. Tomo el lugar que me dan. Hay agencias que te dan todo, te piden que hables con el cliente y manejes el proyecto, y otras en las que casi codirigís.
Bueno, ese es un plus que tenés por haber estado de los dos lados de varios mostradores.
Sí, por supuesto, y entiendo perfectamente que algunos necesitan un codirector, otros sacarse el problema de encima, otros que les des vuelta el guion y otros que no les toques nada. Eso, por suerte, lo leo rápido y claro. Si eso se convierte en mi trabajo en el cine, tengo que pensarlo. No tengo una respuesta. Me llegan ofertas para escribir series y me llega mucho «tengo este proyecto, ¿te gustaría dirigirlo?». Es muy distinto. No sé qué sucedería si no puedo elegir el elenco. Por supuesto lo puedo hacer, pero no sé si hoy por hoy es lo que tengo más ganas de hacer.
Hay que darse tiempo.
Sí, todo es muy pronto. Hay que ver qué pasa con Ámsterdam y qué puertas me abre si es que me abre alguna. Y mucho de lo que me está llegando es de México.
Parece que tenía razón el señor de HBO.
Mucha.