Llegado desde Mar del Plata, ciudad que tradicionalmente alberga el Coloquio de IDEA, me quedé con varias reflexiones y conceptos que surgieron durante los tres días que duró el evento.
El miércoles, día inaugural, un tema monopolizaba las charlas en el lobby y los pasillos del Sheraton: la supuesta ayuda del Tesoro norteamericano hacia la Argentina. Todos se preguntaban si esa ayuda sería realmente efectiva, qué compromisos se habrían asumido a cambio de semejante anuncio, o si se trataba solo de un gesto político. Algunos se preguntaban incluso si Donald Trump vinculaba su apoyo al triunfo de Milei, aunque no quedaba claro a qué elección se refería: si a la de medio término o a una eventual reelección presidencial dentro de dos años. El desconcierto fue notable, especialmente entre los periodistas, los dirigentes del llamado “círculo rojo” y algunos funcionarios y políticos que comenzaron a llegar en mayor número al día siguiente. La sorpresa se debía a que, pese a los anuncios —y a la versión de que el Tesoro estadounidense había decidido comprar pesos con sus dólares— la cotización del dólar seguía en alza.
Si lo analizáramos desde las teorías económicas que nos enseñaron, podría decirse que los norteamericanos actuaban con lógica: el peso argentino es hoy una moneda con emisión cero dentro de un país sin déficit, mientras que Estados Unidos mantiene emisión constante y un déficit mayor, en proporción a su PBI. Pero, evidentemente, aquí no pensábamos con esa lógica, al menos en esta oportunidad.
Esto nos llevó inevitablemente a otro de los problemas recurrentes de nuestro país: la falta de confianza. No logramos generarla ni en el plano internacional ni en el doméstico. En torno a este eje se desarrollaron varias charlas que pusieron el foco en la inconsistencia de nuestra economía a lo largo de la historia.
Destaco especialmente la ponencia del doctor Maqueda, exjuez de la Corte Suprema, quien abordó temas como la jurisprudencia y la complejidad de una Corte de solo tres miembros, lo que dificulta su funcionamiento. También se refirió a los problemas de vacancia en distintos jurados nacionales. Consultado sobre la coparticipación —uno de los temas dominantes junto con la presión impositiva— realizó un análisis detallado de sus antecedentes y de las posibilidades reales de negociación. A mi criterio, fue una de las mejores exposiciones del encuentro, y me quedé con la sensación de que hubiera merecido más tiempo. El asunto de la coparticipación, que involucra la presión impositiva de cada provincia y su relación con la Nación, también fue tratado por los gobernadores —especialmente los dialoguistas— y dejó en claro lo compleja que es la situación. No sorprende que, tras la reforma constitucional, este punto haya quedado inconcluso y que hoy no se vislumbre una solución a corto plazo, pese a que todos reconocen su importancia.
En otro pasaje destacado, Grobocopatel (hijo) ironizó sobre la necesidad de que el “círculo rojo” se involucre más activamente en los destinos del país, invitando a una mayor participación del empresariado en la política nacional. Recordó, con cierta amargura, que los indicadores de pobreza no han hecho más que empeorar desde aquel primer Coloquio hasta este, el número sesenta y uno.
Una nota inspiradora fue la charla durante la primera cena con dos deportistas de elite: Luis Scola y Adolfo Cambiaso. Hablaron sobre la competitividad, el trabajo en equipo y la capacidad de mantenerse en la cima después de haberlo ganado todo. Pura inspiración. Ambos coincidieron, entre risas y aplausos del público, en algo más: no les gusta perder ni ver festejar a los demás.
Por último, un hecho que llamó la atención fue la ausencia del Presidente de la Nación. Si bien está en campaña, no asistió al encuentro y delegó su mensaje en su vocero, quien cumplió con su tarea pero sin generar mayor entusiasmo. Como conclusión general, diría que coincidimos en el diagnóstico. Siempre flota ese entusiasmo inicial, pero volvemos a casa sin un plan concreto para llevar las ideas adelante. Creo que entendemos los problemas que atraviesa la Argentina, pero seguimos sin profundizar lo suficiente para transformarlos en políticas de Estado. Es hora de salir a jugar en el mundo.
Gustavo Quiroga es Global CEO de Agencia Quiroga
