Por Pablo Corso. El 28 de octubre Mark Zuckerberg se calzó un suéter negro y se paró frente a las cámaras. Quizá pensó en Elon Musk, en Steve Jobs, en Jeff Bezos. Como highlight excluyente de la conferencia de realidad virtual Connect, tenía una misión: presentar el futuro. Al menos, su visión del futuro. Después de recordar cómo Facebook mejoró las vidas de todas y todos, soltó la bomba: a partir de ese momento, las plataformas del emporio (Facebook, Messenger, Instagram, WhatsApp, Oculus) empezarían a englobarse bajo el nombre Meta. Un prefijo que para el Diccionario de Oxford “denota cambio, transformación, permutación o sustitución”. También “más allá, arriba, en un nivel superior”.
“Meta” como metamorfosis: un volantazo imprescindible para un emporio asediado por una reputación en picada, producto de escándalos políticos globales, filtraciones imparables, denuncias de ex empleados y éxodo de usuarios jóvenes. Una serie de problemas cifrados en un ADN que se nutre de la extracción de datos personales, dentro de un Titanic agrietado y forzado a imaginar nuevos horizontes. Para indagar sobre causas y consecuencias de esa deriva convocamos a Diego Luque, co-fundador & Chief Strategy Officer LatAm en Picnic.
¿Qué movió a Zuckerberg a dar este paso? Siento que compite con tipos que le llevan muchísima ventaja en términos de concepto. Además de haber revolucionado al mundo en los últimos años, Jeff Bezos y Elon Musk tienen varias conversaciones al mismo tiempo. Musk, desde que el mundo sea eléctrico hasta la conquista otros planetas. Bezos también está en la carrera espacial privada y en el comercio minorista offline y online. Desde hace mucho, Zuckerberg tiene una sola conversación: las redes sociales, que lo condenaron.
¿Por qué se quedó atrás? Cuando habla de Meta, es porque quiere hablar de otra cosa. Trae un elemento nuevo, que confunde y saca de eje las discusiones que han sometido a Facebook en los últimos cinco años. Quiere sentarse en una mesa donde se conversen otros temas, dejar de explicar en el Congreso cómo voltean gobiernos gracias a sus plataformas.
¿Podrá lograrlo? Sólo si transforma el cambio de conversación en acciones concretas. Como hizo Google cuando anunció que Alphabet sería el nombre de una compañía que empezaría a administrar todo, y se corrieron los fundadores Larry Page y Sergey Brin. Pero el negocio de Google es clarísimo: la venta de medios. Si pagás, aparecés primero. Facebook no es transparente.
A nivel masivo, el usuario no termina de entender que el modelo está basado en la explotación de sus datos. En 2014 estuve en el SXSW donde habló Edward Snowden. Más allá de la paradoja de que criticara a Google a través de Google Meet, me quedó grabado algo que dijo: “La única salida es tener mails y redes sociales encriptados. Y para que sean verdaderamente encriptados, hay que pagarlos”. Volví convencido de que el tema clave era la privacidad. Ya entonces estaba prohibido entrar a lugares con los Google Glass, porque hacías un registro de todo e invadías la privacidad del otro. Pero el cambio de conversación que busca Zuckerberg no sólo tiene que ver con los problemas que le trajeron las redes sociales, sino también con participar en el diseño del futuro de las comunidades.
El misterio del metaverso
El anuncio de Facebook tenía una segunda lectura: “Meta” como metaverso, “una internet corporizada, donde estás dentro de la experiencia, no sólo mirándola”. Gracias a los cascos de realidad virtual Oculus y a un arsenal tecnológico aún desconocido, la promesa es “un espacio virtual social en 3D donde se pueden compartir experiencias inmersivas con otras personas, incluso cuando no pueden estar juntas, y hacer cosas que no podrían en el mundo físico”. El objetivo es incorporar a un billón de usuarios (y sus avatares) en el transcurso de esta década. Suena atractivo, aunque -como buena parte de los analistas especializados- Luque tiene sus reparos.
¿Cómo ves su idea de metaverso? No nos contó nada que no hayamos visto. Cuando vi la presentación pensé: “Es Second Life [la comunidad online donde se podía interactuar a través de avatares] más Ready Player One [la película de Steven Spielberg sobre usuarios que compiten por el control de una realidad virtual].
No hay una novedad intrínseca. Hay algo en su tangibilidad que suena antiguo. Tal vez el problema fue que mostró demasiado, y lo que mostró no nos convence. Ya vimos ese concepto, la idea de jugar al ajedrez con un holograma. Lo que queremos es ver la herramienta. Ni siquiera sabemos si existe. Zuckerberg habla de “la siguiente versión de internet”, pero eso parece ser Blockchain. La nueva internet se está definiendo a través de los nuevos contratos, las nuevas monedas y el nuevo arte.
La confluencia entre gratuidad y masividad por un lado, y encriptación y privacidad por el otro, parece complicada. Lo encriptable -y por lo tanto privado- no puede ser gratis. Si es para todos, no hay propiedad privada. Zuckerberg inventó algo que cambió el mundo, pero no es un tipo brillante. Cuando comparo su evolución con la que hicieron Google, Amazon y Musk, la realidad es que él compró compañías (todas con el sharing como centro de gravedad), pero no tuvo una evolución conceptual. Por otra parte, este vertical no es algo fuera de la caja: Amazon, Apple, Microsoft y Google ya están trabajando en realidad aumentada y realidad virtual.
Va a haber un desafío técnico para que todos confluyamos en el mismo metaverso. A priori, uno tendería a pensar que va a haber cinco metaversos. Entonces: el concepto ya existía, la herramienta no la mostró, y sobre este territorio ya están haciendo desarrollos las empresas más importantes del mundo.
¿Por qué, a pesar de todo, Facebook sigue siendo tan masivo? Por una cuestión generacional. La red de las nuevas generaciones es TikTok, así como un par de años atrás fue Snapchat. Como plataforma, Facebook tiene fecha de vencimiento. En un momento se va a dejar de usar, como el ICQ. Fue muy útil y cambió el mundo, pero siempre aparece algo superador. En ese sentido, las generaciones son muy “crueles”.
Quizá Zuckerberg se haya dado cuenta de eso. Por eso compró WhatsApp e Instagram. Pero hasta ahora fueron todas adquisiciones, y cuando presenta su siguiente “invento”, el metaverso, todos los miramos y decimos “esto ya lo vi”. Por lo pronto, se las arregló para ser noticia sin estar presentándose frente al Congreso. Ya es todo un logro