Por Pablo Corso. Hay esfuerzo, hay agotamiento y hay estrés, pero escribir sobre deseos cumplidos lo justifica todo. Y si el deseo es tan fuerte en su concepción como épico en su conclusión, lo que viene es puro placer. Eso condensa La Tercera, el libro donde Alejandro Wall y Gastón Edul reviven, casi en tiempo real, la épica de la Selección Argentina en Qatar 2022. Un texto escrito en una seguidilla de jornadas febriles, al calor de las exigencias multi-plataforma y la demanda feroz por revivir los días más felices.
La lectura es vertiginosa pero regala respiros; avanza y retrocede pivotando sobre la final infartante del 18 de diciembre. Ese juego con el tiempo y el espacio permite profundizar sobre los momentos clave en la construcción del equipo; los perfiles acotados pero precisos de monstruos como Dibu Martínez, Rodrigo De Paul, Enzo Fernández y Julián Álvarez; la justicia divina sobre Ángel Di María y -sobre todo- la épica inmortal de Lionel Andrés Messi Cuccittini.
El libro se construyó bajo la premisa de acercarse para escuchar y alejarse para escribir. Gracias a la marca personal de Edul (cubre a la Selección para TyC Sports desde días antes de la Copa América en Brasil) y a la sapiencia panorámica de Wall (Fox Sports, Tiempo Argentino, Radio con Vos, La 1110, cuatro libros publicados), sabemos por qué Pablo Aimar se convirtió en el ladero perfecto de Lionel Scaloni y por qué Messi estaba tan furioso cuando dijo andá payá; por qué los jugadores comían caramelos antes del pitazo inicial y por qué enfrentaron a Francia con pantalones blancos. Un trabajo detectivesco que se mete en la concentración, en el micro y en la cancha.
Alejandro, ¿cómo fue la dinámica de escritura? Maratónica desde que volvimos de Qatar: zooms muy largos en donde íbamos repasando partido a partido, mucho trabajo de chequeo y rechequeo para cerrar cada capítulo. Fueron charlas, intercambio de textos y correcciones a mil por hora. Solamente paramos para las Fiestas y algún día para estar con la familia.
Gastón, Alejandro contó por radio que “Edul es alguien que se manda WhatsApps con los campeones del mundo”. ¿Cómo fue el trabajo para construir esa confianza? Un trabajo de hormiga, en el que aprendí a mantener las formas y a ser mucho más cauto y riguroso con la información, porque todo tiene más repercusión. La confianza de ellos te la ganás cuando ven que querés hacer tu laburo, que sos respetuoso, que te limitás a informar sin querer sacar una tajada mediática. Es cuestión de tiempo y de que eso se vea muchas veces.
¿Cómo son las charlas con los jugadores? Somos contemporáneos, tengo su edad. Por momentos hay informalidad y confianza, pero después hay una forma que se mantiene, tanto al aire como en el uso de la información. Con algunos soy más cercano que con otros, pero en general es el lenguaje que usa la gente de 26, 27, 28 años.
En ese “acercarse para escuchar” que te toca en el libro, ¿cuáles fueron las claves durante la Copa? Lo importante es tener la lucidez para, en medio del cansancio, la vorágine y los días interminables, darte cuenta de la importancia del momento que estás viviendo y dedicar hasta el mínimo detalle a escuchar y percibir, para poder contar bien. Había que saber dónde estaba lo periodístico en los momentos calientes.
¿Por ejemplo? Durante un momento del baile que Argentina le estaba pegando a Croacia [el 3-0 por semifinales], Messi se empezó a tocar la pierna. Me fui directo a seguirlo y durante 25 minutos me perdí el partido. Pero como mi trabajo era estar cerca, escuchar qué decía Scaloni, qué hablaba con Aimar, si lo querían cambiar, si estaban preocupados o no, lo importante era eso.
Alejandro, vos te “alejaste para escribir”. ¿Cómo lograste balancear el rigor informativo con la altísima emocionalidad que implicó la Copa? Algo del alejamiento fue inevitable, necesario hasta cierto punto. Pero había cosas que te seguían marcando: el campeonato estaba a la vuelta de la esquina, lo habíamos ganado ayer. Esa emoción y esa frescura ayudaron mucho. Busqué un equilibrio, aunque hay dos textos personales -uno de Gastón y otro mío- donde sí contamos qué nos pasó con esta Copa.
¿En qué cambió para vos la experiencia de los streamings desde Casa Taganskaya [las transmisiones desde el alojamiento en Rusia 2018 junto a Daniel Arcucci, Martín Goldbart, Marcelo Gantman y Ezequiel Fernández Moores] hasta las Tertulias desde Qatar [para el Canal 14 de México, con el sociólogo Fernando Segura y otra vez Arcucci y Fernández Moores]? Casa Taganskaya fue una especie de streaming iniciático. El formato no era tan popular o consumido. La conversación era más caótica y a la vez más interesante: iban surgiendo ideas, había un punto de intimidad e informalidad porque interactuábamos con quienes comentaban nuestros vivos. Todo era novedoso. Tertulias tuvo una estructura más televisiva, donde sabíamos qué temas íbamos a trabajar en cada bloque porque grabábamos antes. Me gustaron ambas experiencias. Me dieron la idea de que hay un público, un televidente y un consumidor de redes al que le interesa la charla de fútbol amena.
¿Qué conclusión sacás del uso que los futbolistas están haciendo de sus redes o de streamings como el del Kun Agüero? Me parece súper interesante. Los futbolistas que están en la elite lo utilizan, antes que nada, para cuestiones comerciales. Esa relación sin intermediarios ni edición hace que el deportista sea su propio comunicador. Muchas veces es un peligro; hay que ver lo que pasó el último tiempo con el hermano de Messi, que es alguien bastante discreto en ese aspecto y terminó en medio de un lío. Es lo mismo que sucede con los usuarios generales: hay que tener cuidado.
¿Y en cuanto a la relación de la prensa con los jugadores? En mundiales anteriores existía la posibilidad de entrevistarlos, de entrar a las concentraciones. Hoy eso está muchísimo más acotado al contacto por WhatsApp a la distancia o a esos minutos que tenés para ver un entrenamiento. En el libro contamos lo que pasó con De Paul y su lesión en medio del Mundial. En sus redes ponía “está todo bien”, pero no era lo que pasaba puertas adentro. Contar algo novedoso es un desafío para el laburo periodístico. Eso fue un tema para el libro: todo parecía estar en redes y surgir de lo que publicaban los futbolistas o de los videos que circulaban. El trabajo era entrar un poquito en esa intimidad hoy más acotada.
Gastón, ¿qué importancia le das a las redes? Son importantes para la interacción con la gente. Periodísticamente hay cosas que sirven y otras que no, porque ahí no se publica todo. El periodismo es contar algo que quizá alguien no quiere que se cuente. Pero las redes mejoran mi trabajo: las uso mucho para informar en el mismo lenguaje que los jugadores de la Selección. De hecho, ellos me consumen mucho más por redes. Quizá decía algo al aire y no me escribía ninguno. Pero después lo hacía por Twitter y me escribía todo el mundo.