Por Horacio Marmurek para RP#129. Cada tanto aparecen tópicos que cansan un poco por su repetición. Por ejemplo: desde que Netflix estrenó House of Cards en el 2013 nada fue lo mismo en el mundo de la televisión. Y nada fue lo mismo en las discusiones de hacia dónde va el medio. Estrategias de contenidos, presupuestos, Big Data, perdida de televidentes y un largo etcétera se vienen desarrollando con el objetivo de entender cómo serán los próximos años de un medio que hoy llamamos televisión pero que ya es mucho más que eso.
“No es TV, es HBO Olé” decía el slogan de la señal premium más conocida del mercado. HBO es hoy un segmento de un conglomerado más grande que una cadena de televisión. Forma parte de un emporio de medios sumados a una empresa de telefonía e internet que espera que el prestigio se transforme en popularidad en el futuro inmediato y que la competencia con la empresa de streaming se dé en términos más razonables. Ese pensamiento debe haber quedado bastante claro en las distintas reuniones previas a la fusión ya que apenas terminadas las gestiones y la consolidación del negocio, Richard Pepler, el CEO de la empresa durante 28 años, renunció a su trabajo. Su presencia en la firma se traduce en una gran cantidad de premios, de series que marcaron la historia (The Wire, Sopranos, Six Feet Under, entre otras), películas originales ganadoras de premios y algunos de los especiales más interesantes y repulsivos del mercado. Además de probar en otros mercados y conseguir el denominador de prestigio asociado a la marca.
Netflix es muchas cosas pero nadie le dice prestigiosa. De hecho Spielberg operó en su contra durante la última votación de los Oscar, diciendo que simplemente era televisión, y que las películas hechas para esa plataforma no eran más que eso. Dinero o prestigio es la disyuntiva y la mentira que se dicen por ahí los ejecutivos y empresarios, no sólo de medios. Y no nos mintamos: todos queremos plata y prestigio. Lograr ese equilibrio fundamental entre el flujo constante de ganancias y de reconocimiento sólo se puede hacer en volumen: esta parece ser la ecuación a la cual se están por abocar las grandes plataformas digitales que amasaron fortunas por fuera de los medios.
Apple está a punto de lanzar su propia plataforma; Facebook está probando con Facebook Watch (que en Argentina ya está disponible y es interesante ver cómo la asociación con la familia de Will Smith es su base inmediata), y Amazon apuesta a crecer con un montón de nuevas producciones. Pero ¿hay espacio para el prestigio frente a la urgencia? ¿Qué se le ofrece al espectador cuando lo que se quiere es su permanencia frente a la pantalla en un único entorno? Estas ideas son menores en los tiempos que corren, cuando lo único que importa es el flujo de datos a los cuales cada proveedor puede y quiere acceder.
Netflix ha hecho más por la globalización que muchas otras empresas en la última década. Los globalofóbicos pueden protestar sobre las cadenas de comidas rápidas, sobre las mineras y demás, pero no han puesto reparos a la posibilidad de ver series y películas hechas en todo el mundo y distribuidas por una empresa norteamericana. Dark, Secret City, Diablero, Edha, Narcos, Club de Cuervos, son producciones Netflix que responden a geográficas distintas e idiomas variados y que se ven en todo el mundo, muchas veces en simultáneo. Y si bien hay un manual de estilo por regiones para hacer una serie para la plataforma, mucho de la idiosincrasia de cada región persiste.
El protector y Guerra de vampiros son series turcas de gran despliegue que se ven al lado de La orden, una producción de EEUU. La presencia de subtítulos o la opción de idioma original le quita mérito al hecho que en cualquier parte del mundo se pueda hablar de lo mismo en términos de ficciones. Apenas asumió el gobierno de Mauricio Macri en Argentina se dio un evento que se llamó Che Netflix, donde se presentaron 10 producciones originales de la empresa en territorio nacional, entre series y especiales de comedia. La lectura de cambio de época era interesante y permitió pensar que había un interés particular en nuestro país. Pero después de esos anuncios y los subsiguientes estrenos mucho más no se conoce de proyectos a futuro en Argentina. A pocos días de asumir López Obrador en la presidencia de México, Netflix anunció 50 producciones hechas en el país y la apertura de una oficina regional en el territorio. Además cargó a su sistema algunos documentales que reflejan la mirada de la nueva administración sobre algunos temas sensibles, como la muerte de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Queda esperar, además, el estreno de la biopic de Colosio, el caso de un candidato a presidente de México que conmovió a la opinión publica y tiñó de sospechas todo el mundo político.
Netflix juega fuerte y todos quieren jugar contra la plataforma. Pero a pesar de las fusiones y compras que se vienen realizando, la carrera está lejos de llegar a ponerse pareja. La empresa de streaming tiene convenios y derechos adquiridos sobre un montón de series y películas que vencen en un par de años, la exclusividad de distribución de otra cantidad de títulos internacionales y, además, su producción propia. Si Disney, Warner y algún otro puede empezar a estar online este año, con producciones propias y un gran archivo, aún tendrían por delante la tarea de conseguir suscriptores únicos en un volumen que les permita ser competitivos.
Es una carrera donde el que largó primero viene corriendo varias vueltas solo.
En esta lucha de poder por las redes y los espectadores, la estandarización de las historias a contar puede ser la norma. Muchos relatos que se parecen para que el consumidor reciba más de lo mismo y que, se supone, es lo que le gusta. En ese camino las ficciones más osadas pueden no encontrar un canal de difusión. En febrero, Amazon presentó lo que es su plan de producciones para los próximos años y, entre muchas otras propuestas, la nueva jefa del estudio, Jennifer Salke, comentó que estaban trabajando con Nicole Kidman para realizar películas “sexy para una cita a la noche, de esas que ya nadie hace”. Si eso es softcore o algún genero intermedio no quedó claro, pero sí quedó a la vista que hay un género de cine (aunque sea para streaming en TV) que ha quedado relegado. Casi todas las programaciones online se ven como ATP aunque se sugieran para distintas edades.
YouTube tiene You Tube Kids y Netflix tiene su exclusivo sitio de chicos. Todo funciona mientras los chicos no sepan entrar a algunas sesiones o los más chiquitos no sepan sumar, restar y multiplicar (de esa forma se valida el acceso a los contenidos en YT Kids). ¿Será por eso la ausencia de sexo más explícito en las series?
Deben ser varias las ideas que quedan en el camino de los productores de cine y de televisión. Mientras algunos buscan en las historietas los conceptos más nuevos o los más viejos pero que dejan ganancias, otros revuelven en libros, artículos periodísticos y demás para sacar inspiración y posibles nuevas historias. Esa idea no es tampoco nueva. Hollywood en su época de oro apelaba a muchos libros que se hacían una y otra vez para amortizar los costos de los derechos, mientras buscaba ávidamente la próxima gran historia que le diera éxito. El cambio llegó cuando una generación de cineastas renovó las temáticas con algo para contar.
La representatividad es la novedad de estos tiempos a la hora de hacer un producto audiovisual. Más de la mitad de la cinematografía clásica es imposible de ver desde la óptica de hoy. Series tan interesantes y revulsivas como Seinfeld, hoy son criticadas por la forma en la cual se refieren a tal o cual minoría, siendo que ellos mismos presentaban a los personajes como roles despreciables.
Pantera Negra, la película de Disney sobre un superhéroe negro del universo Marvel, fue uno de los éxitos de público más grandes del 2018. Capitana Marvel, sobre una heroína de la misma casa de cómics propiedad de Disney, promete lo mismo para el primer trimestre del 2019. El signo de los tiempos es la corrección política y eso implica, una vez más, una mirada mas férrea en la forma en la cual se cuentan las historias: cómo se muestran a las mujeres, si las hay o no, la inclusión de personajes gays o no, los modelos afroamericanos valiosos, o si existe la figura del “salvador blanco”, aquel que le facilita el camino a la minoría, algo que también está mal visto. Hacer cualquier producto audiovisual hoy no es solamente contar una buena historia y narrarla bien: es respetar a todos y a todas las aristas de una sociedad. Sumarle a eso una mirada que sea global aunque el producto base provenga de geográficas periféricas y con costos estandarizados para que la distribución sea simplificada es una tarea más compleja.
En estos tiempos de crisis, producir ficción en nuestro país es una tarea loable ya que a todo lo antes mencionado se le suma la parte financiera. Por eso llama la atención que un producto como La chica que limpia, una serie que se hizo en la provincia de Córdoba, hoy tenga una chance de ser reversionada en el exterior siendo casi ninguneada desde la Capital, o que varios productos de la UN3 compitan en festivales mientras el gran público no le presta atención. También llama la atención que el esfuerzo y el dinero de los canales a veces vaya a la producción de telenovelas que pueden parecer chapuceras en su factura total, como si el público que aún mira televisión de aire fuera menos exigente que el que se paga el cable o el sistema streaming.