Carlos Moreno es investigador de la Sorbona y la cabeza detrás de la “proximidad policéntrica feliz”. Un concepto puesto en práctica en París por su alcaldesa, Anne Hidalgo, que revolucionó la ciudad, escaló globalmente y hoy todos conocemos como “Ciudad de los 15 minutos”. Consiste en políticas urbanas que buscan disminuir la emisión de carbono, regenerar la economía local y recuperar el espacio público como lugar de interacción social, a partir de evitar los grandes desplazamientos. Es decir, que los habitantes puedan cubrir sus necesidades básicas y acceder a servicios esenciales en un radio de proximidad que les permita hacerlo a pie o en bicicleta, sin perder tiempo en el tráfico y mejorar así su calidad de vida y sentimiento de comunidad. Nos dimos el gusto de conversar con Carlos Moreno para entender por dónde se empieza a pensar el futuro de las ciudades, lo imperante de un cambio en la forma que vivimos, y el paso a paso para hacerlo.
Por Marta González Muguruza publicada en RP #155
El futuro de las ciudades es un tema apasionante. Y con los tiempos que corren a veces nos cuesta detenernos a pensar y sentimos que un poco nos excede como individuos. Viniendo usted del ámbito de las matemáticas, ¿cómo es que llega y por qué a esta propuesta de la ciudad de los 15 minutos que está dando la vuelta al mundo?
La propuesta de la Ciudad de los 15 minutos emerge de una reflexión sobre las amenazas respecto a nuestros modos de vida. Mi reflexión, trabajando efectivamente desde el punto de vista de la matemática, de las ciencias de la computación, y en lo que es la complejidad de nuestros lugares urbanos, se enfoca en decir que para evitar el cambio climático no es suficiente un acuerdo entre países porque son las ciudades las que producen más emisiones de CO2 por nuestro transporte y edificios que se construyen monofuncionales, cada vez más lejos.
Por consiguiente, la lucha por el clima significa cambiar nuestros modos de vida, nuestros modos de trabajo, dejar de tener esas distancias tan largas que incitan a tomar el automóvil; dejar de construir cada vez más lejos con una sola actividad, el trabajo, los corporate business district, y más bien reorganizar nuestro modo de vida proponiendo el uso más intensivo de las construcciones que existen para darle multiservicio, regenerar una movilidad bajo carbono más saludable, a pie, en bicicleta, disminuyendo la huella de carbono pero accediendo a más servicios de proximidad; mezclando el trabajo con lugares de diversión, reposo, cultura, aprovisionamiento. Regenerar el comercio local. Regenerar el empleo local. Redinamizar los circuitos cortos, las materias primas. Regenerar la proximidad.
Ese fue el camino que tomé entre 2010 cuando comencé esta investigación y 2016 cuando lo publiqué por la primera vez después del Acuerdo de París, diciendo que las ciudades tienen que ofrecer un modo de vida distinto si queremos hacerle frente al cambio climático. Continuar con la regeneración de la economía. Disminuir la brecha económica y disminuir la brecha social con una nueva conquista de nuestro espacio público, de nuevos caminos de regeneración de empleo y una vida en la ciudad mucho más armoniosa y menos sometida a las grandes distancias y a la pérdida del tiempo permanente.
Vaya desafío. Nuestros cerebros tienden a ser vagos. Cambiar un hábito es algo dificilísimo, requiere muchísima energía. Y más cuando venimos de un historial de muchos años en los que el aspiracional de éxito tenía que ver con el auto, la casa en los suburbios. Entonces ¿qué rol juega la comunicación? ¿Cómo se construye una nueva narrativa?
Exactamente, estamos en el corazón de la problemática que es efectivamente construir una nueva narrativa tanto urbana como territorial. Cuando hablo de urbana me refiero a las zonas de alta densidad y cuando hablo de territorial, de las zonas de media y baja densidad. Y efectivamente la dificultad que tenemos a nivel planetario son las narrativas que se han instalado. La narrativa que se instaló después de la Carta de Atenas de 1933, después de que Le Corbusier dijo “la ciudad de éxito es la ciudad que va lejos y que va rápido”; después, la narrativa por el lobby de los automóviles, que iba de la mano con el lobby del cemento para construir autopistas dobles, triples, para construir los barrios de negocios alejados.
Se trata, después de 70 años, de una narrativa triunfante de ese modo de vida, muy masculina además, porque los barrios de negocios son muy masculinos. La propiedad del auto es muy masculina. Las mujeres incluso ni tenían derecho al voto, estaban para ocuparse en sus casas de los hijos mientras que el marido trabajaba y por la noche llegaba cansado a que lo reconfortaran. Entonces hay una narrativa que da lugar a todo un modo de vida que trasciende simplemente la economía y que se instala como medio social a través de una comunicación que enaltece la propiedad del auto, entre más grande, más importante soy, más conquistas puedo tener. Luego les abre a las mujeres el camino a la propiedad del auto también. Buscan introducir el business para que las mujeres tengan un auto más pequeño, más familiar, que quepan los hijos, que los pueda llevar aquí, que los pueda llevar allá. Pero esa narrativa siempre está encajada en un modo de vida de rapidez. Tenemos que levantarnos temprano. “Al que madruga Dios lo ayuda”, está en el corazón de esa narrativa. Aunque tengas que ir lejos, lo importante es que tengas un salario que te paguen a fin de mes. Tú pierdes tu vida para ganarla, pero es así porque por lo menos, puedes tener una familia que se beneficie de tu salario. Y la comunicación juega un papel fundamental en considerar que ese modelo es el único modelo viable. Que es el modelo que hace de nuestra vida una rutina y esa rutina es la que es posible.
¿Cuáles son los puntos de inflexión que para usted dan ese lugar a una nueva propuesta?
El cambio climático entra poniéndole una serie de puntos de interrogación a esa narrativa. En el año 2000 cuando aparece internet, surgen otras maneras de acceder a la información y al conocimiento. Internet permite tener información y comunicación multicanal. Aparecen también los teléfonos móviles en 2005. Luego llegan las redes sociales que crean ese multicanal en los cuales muchas voces distintas pueden expresarse. Y la crisis climática comienza a resentirse de una manera muy fuerte a partir de 2010, hace quince años casi. La Conferencia de París de 2015, a los ojos del mundo, muestra la gravedad de la situación del cambio climático.
Yo diría que el momento cumbre de la nueva narrativa es cuando se instala el movimiento de los jóvenes frente al cambio climático que expresa un deseo generacional de transformación, encabezado por la icónica Greta Thunberg, que comienza su huelga de hambre en su colegio y que se vuelve un movimiento mundial. Todos tenemos una Greta en la casa que dice a sus padres “¡¿pero qué mundo nos están dejando?!”. Las familias estallan, se divorcian, se separan igualmente por una presión socioeconómica muy fuerte. Gente que trabaja, que ve poco a su familia, en fin…
Hay una nueva narrativa que trata de instalarse después de 2015. Mi conceptualización publicada en 2016 contribuye a esa nueva narrativa que es visible, que rompe el techo de vidrio. Porque durante muchos años ―siete décadas― estuvo el techo de vidrio de que las largas distancias son necesarias, que el tiempo de esparcimiento no cuenta. “Toma un buen libro mientras que estás en tus dos horas de transporte; escucha la música en tu auto durante las dos horas en que estás atascado”. Hay un techo de vidrio de estas ideas y ese techo de vidrio comienza a fracturarse con la narrativa de los jóvenes por el clima y ya la grieta se vuelve un hueco grande con el COVID en 2020.
El COVID estalla completamente las formas de vida y de trabajo…
Genera una manera de trabajar distinta, a distancia. Los jóvenes encuentran otra manera de tener tiempo libre. Mucha gente conoce a sus vecinos. La importancia de los recursos locales aparece. La importancia de la proximidad, de las zonas verdes. Y la mezcla de la narrativa climática y de vivir diferentemente después del COVID cuando hubo tanto muerto, ofrece a la narrativa de la Ciudad de los 15 minutos, una capacidad a ser comprendida muy fácilmente en el mundo entero sin la barrera de la lengua porque los conceptos son realmente simples y cada cual puede adaptarlo a sus propias condiciones. Entonces pienso que la comunicación está en el corazón de la estructuración de la narrativa que hemos vivido siete décadas y luego en su transformación cuando otra narrativa, por una sucesión de elementos, rompe el techo de vidrio y aparece como posible. Ya no como una utopía sino como algo a lo que sí se puede acceder y que ofrece una manera positiva frente a lo negativo que es el modo de vida de siete décadas que finalmente nos está trayendo mucha dificultad.
Y que pone a la gente primero, ¿cierto?
Esta narrativa cambia el centro de gravedad de las preocupaciones. Durante siete décadas la narrativa de la ciudad es infraestructuras. Cómo hago para que mi auto circule más rápido. Cómo hago para que mi auto vaya más lejos. Cómo hago para que vean que mi auto es el más bonito entre los vecinos y las vecinas. Dónde está la torre más alta de la ciudad para que yo trabaje allí. Cómo tengo la posibilidad de mostrar que mi situación social es la mejor. Si vivo en América Latina entonces que todo el mundo sepa que me voy de vacaciones a Miami, a Orlando, a Disney, con mis hijos, y llego con las orejas de Mickey y con las camisetas de Minnie. Entonces ahí el síndrome del Tío Rico se instala en la narrativa y cuando ofrecemos un cambio estructural de narrativa diciendo: no, lo importante es la valorización de la dignidad humana. Es un equilibrio entre ecología, economía e interacción social. Una sociedad que ecológicamente tiene la huella de carbono menos pesada puede vivir mejor. Una economía que es localmente productiva crea empleo y además puede ofrecer circuitos cortos que mejoren la calidad de lo que se está comiendo y favorecen una vida más sana. Y una interacción social que dignifique a la gente. Que la gente se encuentre en la calle, en el espacio público. Que las mujeres accedan al espacio público en seguridad. Que los niños igualmente se beneficien de un entorno en el que pueden soñar, en el que pueden imaginar un mundo distinto, acceder a la educación. Que las personas más frágiles, personas de edad, no sean desahuciadas porque ya no son productivas. Que la expresión del género pueda igualmente ser mucho más abierta porque socialmente ya no estamos en el “papá + mamá + hijos” como la familia que hemos heredado durante siglos sino que el afecto y el deseo pueden tener expresiones múltiples que garanticen simplemente el respeto de cada cual.
Entonces esa narrativa ha tomado fuerza con la Ciudad de los 15 minutos porque encuentra un espacio para la ecología, para la economía y para lo social que ya no se vuelven irreconciliables o en oposición. Antes se decía: si luchas por la ecología tienes que luchar por una economía decreciente. Si luchas por la economía por favor no te metas con la ecología porque va a dañar tu negocio. Entonces estamos proponiendo una nueva vía en la que ecología, economía e interacción social son complementarias para una ciudad más viable ecológicamente, más viable económicamente y más inclusiva socialmente.
Y en busca de este nuevo master plan, ¿por dónde se empieza?
Se empieza por tomar conciencia de lo desequilibrada que está la manera de vivir. Es la primera toma de conciencia que le proponemos y que les transmitimos a los gobernantes locales cuando están en situación de responsabilidad. A cada función social necesaria para nuestra calidad de vida le damos un color. Cómo estamos alojándonos. Cómo estamos trabajando. Dónde hacemos nuestras compras y nuestros abastecimientos. Dónde tomamos cuidado de nuestra salud, de nuestro bienestar. Dónde accedemos a la educación y a la cultura. Y cuál es el esparcimiento al que tenemos acceso y en qué espacios públicos. Si a cada una de sus funciones se le da un color y vamos a buscarlas dentro de la ciudad o el territorio muy rápidamente vamos a observar que la ciudad tiene los colores desparramados, separados en los distintos lugares, lo que significa que para pasar de un color al otro hay un tiempo de viaje.
El segundo punto es identificar y tomar conciencia de quién vive en la ciudad y cómo está viviendo.
Y el tercero, es decir para transformar esto, no es una cuestión de una varita mágica o el polvito de oro: es un programa de transformación que puede tomar varios años, que busca reequilibrar la ciudad. Rebalancear la ciudad. Y en el cual todo el mundo tiene que poner de su parte. Vivir en una ciudad, en un barrio muy lindo pero sin poder salir de tu barrio porque te da miedo que te atraquen, que te secuestren, que agredan a tus hijas, que la mujer no pueda estar en el espacio público porque tiene temor, que si vas con tu auto te lo roban, ¿qué sentido tiene? Es mejor tener una ciudad más equilibrada porque la tensión baja y se siente una mejor calidad de vida. Tomar conciencia de que la calidad de vida no está ligada a la cantidad de dinero que tengas en tu cuenta bancaria sino a un reequilibrio de una ciudad que ofrezca menos tensiones y, por lo tanto, mucha más capacidad de generar una vida más armoniosa.
Siempre todo cambio enfrenta obstáculos. ¿Cómo fue el caso de París? ¿Cómo pasó esa teoría a la práctica y qué aprendieron de esta experiencia?
París es una ciudad que tiene un gran dinamismo por ser una ciudad pequeña, 2.2 millones de habitantes, en una metrópolis grande de 7 millones de habitantes. Un faro mundial. Beneficiada por más de un milenio de existencia y de guardar una historia muy presente. E igualmente de tener un gobierno local desde hace, digamos, treinta años que se ha interesado por humanizar la ciudad, por equilibrarla. Modernizarla frente a los desafíos más importantes; y el primero de ellos es el cambio climático. Los gobiernos locales y los dos últimos, que son los de Ana Hidalgo como alcaldesa de París, fueron decisivos. La suerte de tener como alcaldesa primero a una mujer que analiza la ciudad con una perspectiva de género mucho más abierta; que al mismo tiempo está totalmente convencida de que la amenaza climática es la amenaza principal sobre nuestra calidad de vida. Que es consciente de la importancia del aire, del agua. Y que considera que las desigualdades económicas lesionan seriamente nuestra manera de vivir colectivamente y que busca que el espacio público sea un espacio más de interacciones sociales que de lugares de tránsito en rutilantes autos, ofrece un espacio para hacer transformaciones. Yo diría que el primer punto en París es un gobierno local que está consciente y que echa para adelante una transformación pionera e indispensable.
Segundo, reunir una mayoría de ciudadanos que aprueba ese proyecto. Y eso es la democracia. Eso es el resultado electoral. Que conduce a que la mayoría de ciudadanos le dé confianza, renovándola en su calidad de alcaldesa.
Y tercero, que las transformaciones propuestas se concreten para cambiar las autopistas por parques urbanos. Para ofrecer movilidad en bicicleta como un servicio de ciudad, bicicletas mecánicas, eléctricas. Transformar el espacio público para caminar mucho más. Regenerar el tejido urbano para mezclar las actividades, trabajo, educación, salud, esparcimiento, comercio local. Regenerar el comercio local como un elemento importante del sector productivo dentro de la ciudad. Y esto ofrece una perspectiva que, claro, viene a chocar con la manera tradicional de vivir y que hace que los adictos al auto, por ejemplo, encuentren que la alcaldesa les está menoscabando el derecho a su libertad de contaminar con un auto. Les está socavando su libertad de atravesar la ciudad con un auto por donde quieran pasar porque ahora ya son espacios públicos donde antes eran calles, por ejemplo.
La transición y adaptación llevan tiempo, ¿cómo se consolida un compromiso así?
Vivimos en un mundo de transición. El pensador y filósofo italiano Antonio Gramsci, cuando se iba a producir la Segunda Guerra Mundial, escribió en Cartas desde la cárcel: “Estamos frente a un mundo que se muere y que no quiere morir. Y frente a un mundo que nace y aún no ha nacido. Y entre los dos aparecen los monstruos”. Estamos en un mundo que se muere, el mundo del auto, de las distancias, de la zonificación, de los barrios de negocios, de la propiedad como clave para ser reconocido socialmente, y un nuevo mundo que va emergiendo que es el mundo de la resiliencia climática, los espacios públicos, de menos CO2, de más interacciones sociales, de más interacciones culturales, transformación del modelo económico, de la productividad, disminución del peso del automóvil, más uso de servicios que de propiedad. Entre los dos aparecen, en ese claroscuro, monstruos. Uno de ellos son las fake news en un mundo de publicidad. Las fake news se convierten en el vector a través de las redes sociales de las contraverdades, de las calumnias, de las alter verdades. La ley de Brandolini dice que el tiempo para producir una mentira es cien veces menor que el tiempo que se necesita para contrarrestarla. Entonces la ley de Brandolini se generaliza, cualquier persona puede decir cualquier barrabasada, a través de las redes sociales se vuelve viral y el tiempo para que se demuestre que es una bestialidad es tan largo que ha dejado que se instalen ciertas falsedades en el espíritu de la gente. Y si la gente no está muy segura, si la gente está muy débil, si la gente está muy frágil, entonces puede aceptar que una mentira dicha mil veces se convierta en una verdad cuando aún dicha diez mil veces debería ser una mentira.
En París eso ocurre también pero la alcaldesa logra justamente mantener un equilibrio con respecto a lo que ofrece la ciudad como servicios y contrarresta la palabra pública de las falsedades. En una ciudad que tiene 1.200 kilómetros de pistas protegidas para bicicletas, la gente, y más aún la gente joven, masivamente toma esos lugares como medio de transporte, entonces por más que le digan que eso es para hippies y gente de dinero, queda en evidencia la falsedad porque cualquier persona toma una bicicleta y recorre la ciudad con ella. La gente ve que tener un espacio público para que los niños puedan estar jugando tranquilamente sin que los vehículos los atropellen es lo contrario a quitarles la libertad. Entonces en París yo diría que este proyecto político urbano de calidad de vida tiene adhesión a pesar de los esfuerzos de los escépticos que manejan las fake news y que quieren que la ley de Brandolini esté a su servicio.
Estuvo en Buenos Aires y en Rosario. ¿Qué vio?
Sí, conozco bien la Argentina porque he estado en Buenos Aires. He estado en Rosario. He estado en La Plata. He estado en Santa Fe. Y he visto un país muy urbanizado, en un 90%. Un país que tiene la mitad de sus habitantes en una sola ciudad que es Buenos Aires. Un país que tiene diferentes provincias que funcionan diferente de Buenos Aires, ciudad. Incluyendo la propia provincia de Buenos Aires. Un país que tiene universidades de calidad en diferentes lugares.
Al mismo tiempo es un país buscando resistir a una serie de crisis económicas, sociales y políticas. Un país cuya democracia es reciente pero con crisis que le crea mucha fragilidad y que hace que la falsedad de los fakes pueda imponerse como una verdad que no lo es y que desvirtúa la calidad del debate democrático. Es muy interesante lo que pasa porque esa pérdida de identidad nacional se convierte en un aliciente para un desarrollo más profundo de las identidades locales. Cuando se privatiza nacionalmente, cuando se cortan los presupuestos a las universidades, cuando se le corta el presupuesto a la investigación, cuando se quiere dolarizar o cuando se dice que ahora yo puedo pagar mi arriendo con carne, bueno, estamos deshumanizando un país pero también deja una perspectiva a reconstruir el país en sus fundamentos humanistas más profundos a partir de la proximidad, a partir de las ciudades. Mi concepto de proximidad, de los 15 minutos, tal vez sea para los vecindarios, una oportunidad para reconstruir una nueva identidad que se perdió nacionalmente a través de un nuevo tejido social.
Profesor, de un tiempo a esta parte las empresas, las marcas, se volvieron más activistas y tomaron posición en temas de agenda social. Espacios que por ahí el Estado no ocupaba. Mi pregunta es la siguiente, ¿la política urbana es solo un tema de Estado o hay algo que las compañías puedan hacer?
Es una muy buena pregunta y mi respuesta es tajante, no es una política únicamente de Estado o aún más, no es solamente una política de gobierno local, sea provincial o de gobierno de ciudad. Lo que llamamos “fábrica de la ciudad” es un tejido ecológico, económico y social. Y en ningún momento se puede construir ciudad a espaldas del tejido económico.
En las ciudades hemos creado muchos muros. Muchos muros físicos y muchos muros virtuales. Y el sector económico y el sector de gobierno muchas veces han estado o en un amor ilícito, lo que ha hecho que se privaticen demasiadas cosas despojando al bien común de la manera de beneficiar a todos los ciudadanos, o al contrario en parejas que no se quieren y se detestan y se alejan produciendo un vacío, una ausencia. Entonces hay que regenerar esa manera de vivir en la cual el tejido económico, el tejido social, el tejido ecológico, puedan encontrar esos puntos en los cuales vamos a tender puentes que permiten darle al bien común una dimensión pública y una dimensión privada. Elinor Ostrom, la primera mujer que ganó el premio Nobel de Economía, en 2007, lo hizo por su teoría de gobernar con el bien común. Y ella decía que el bien común son todos los recursos materiales o inmateriales, públicos o privados, que van a beneficiar el interés general en una economía de mercado no especulativa.
El problema es cuando la empresa privada quiere imponer como conducta económica una política especulativa financiera, que no crea empleo y sí crea grandes masas de dinero que no benefician a la comunidad porque vamos a encontrarlas en paraísos fiscales. Mientras que regenerar una economía productiva significa invertir en el país, significa crear empleo. Pero el empleo no se puede crear si no hay formación. Si no hay educación. Si no hay conocimiento. Y para eso hay que invertir en las universidades, en la educación, en los colegios, en las escuelas. Para eso hay que tener un clima social que sea más sosegado; eso significa estar a la escucha de la gente más frágil. De las mujeres. De la igualdad de género. Del respeto a las diversidades. Y eso es lo que puede crear un clima de confianza que permita que la economía prospere, aun una economía de mercado, y que las ganancias de unos no sean las pérdidas de los otros. Hoy en día las ganancias de los unos son incluso el aniquilamiento de los otros.
Con la proximidad estamos regenerando un nuevo clima de confianza en el cual el que gana, gana y el que no tiene tanto, gana también. Para que aún con esas desigualdades estemos en la dirección del reequilibrio. La Ciudad de los 15 minutos lo que busca es en policentralidades regenerar la confianza. Regenerar el espíritu económico, social y ecológico que converja en esta idea de crear mucho más valor, de crear mucho más equilibrio, mucha más armonía, y una mejor capacidad de vivir juntos a partir de ese nuevo tejido socioeconómico y socioecológico indispensable.
Lecturas Recomendadas:
La revolución de la proximidad: De la “ciudad-mundo” a la “ciudad de los quince minutos”, Carlos Moreno (2023), Alianza editorial
https://www.moreno-web.net/category/ouvrages-textes
The 15-minute city, Carlos Moreno (2024), Wiley
Un mundo de tres ceros, Muhammad Yunus (2018), Paidós
Muerte y vida de las grandes ciudades, Jane Jacobs (1961)
Ciudad de los 15 minutos: La ciudad de los 15 minutos se basa en configurarla ciudad en múltiples centros, donde todo lo que necesitas está lo suficientemente cerca como para ir caminando o en bicicleta.
Tres conceptos clave: Crono-urbanismo: el ritmo de la ciudad sigue a los humanos y no a los autos; Cronotopía: los metros cuadrados tienen múltiples usos. Esto optimiza los edificios, reduciendo el exagerado consumo de CO2 en su construcción; Topofilia: amar el lugar donde vivimos. Generando comunidades más unidas, personas más felices y conectadas con su barrio.
10 años de transformación. VER
El video con el que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, celebró 10 años de transformación de la ciudad en su cuenta de Instagram:» Las cifras están ahí: un 40por ciento menos de tráfico y de contaminación, 550 km de carriles para bici adicionales, 155.000 árboles plantados, 700 parisinos y parisinas viven hoy en viviendas sociales, 5.420 guarderías y precio del comedor en 13 céntimos, sin cambios desde 2014. Y seguimos!»
Amsterdam antes y después.
Piazza Spoleto de Milán
Superilla Sant Antoni. El programa Supermanzanas da un paso adelante y se convierte en Superilla Barcelona, el modelo de transformación de las calles de toda la ciudad, con el propósito de recuperar para la ciudadanía una parte del espacio que actualmente ocupan los vehículos privados. El objetivo es conseguir un espacio público saludable, con más verde, más justo y seguro, que favorezca las relaciones sociales y la economía de proximidad.
Antioquia COLOMBIA. Piloto de Urbanismo Táctico Cra. 59 en Antiloquia, Colombia
Devoto antes y después. Un ejemplo local: rediseño en el barrio de Devoto
* Carlos Moreno es Director científico de la cátedra ETI “Emprendimiento-Territorio-Innovación” (Universidad de Paris1 Panteón Sorbona, IAE Paris – Sorbona Business School, Francia) & Profesor al IAA, International Academy of Architecture.