Por Hugo Petruschansky para RP #131. En esta temporada hay tres exhibiciones: el minimalismo, el posminimalismo y el arte conceptual en la Fundación Proa, una muestra retrospectiva de Julio Le Parc en el Centro Cultural Kirchner y una muestra individual de últimas producciones de Leandro Erlich en el Malba. ¿Qué tienen en común estos tres artistas para nosotros, para los neófitos del mundo del arte e incluso para los especialistas? Los tres apelan al concepto posmoderno de la falta o de la muerte, o de la ausencia de la pintura como elemento de hegemonía artística. Estas exposiciones están vinculadas con el mundo de las ideas, con el mundo de lo que el ojo ve y el cerebro rectifica. Son obras en las que el mundo de las ideas supera al mundo de las sensaciones, y el mundo de la tecnología al mundo de las emociones. Donde el mundo de lo racional da lugar a una nueva acción, que es el pensamiento del arte. ¿Qué es el arte?, ¿es un efecto ilusorio?, ¿es una maquinita que se mueve en el espacio?, ¿es una tabla colocada en una pared? Son preguntas que la historia del arte puede responder.
Minimalismo, posminimalismo y arte conceptual en Proa.
Esta una muestra extremadamente dura y contundente. ¿Qué es el minimal? Un movimiento que surge en los Estados Unidos en la década del 60 como una respuesta brutal, firme, contundente hacia las estéticas que se fueron desarrollando luego de la Segunda Guerra Mundial y que vinculaba a distintas estrategias que se alejaban del mundo de la pintura. Fue así como Estados Unidos entra en el mundo del expresionismo abstracto de la mano de Jackson Pollock y del pop art con Andy Warhol, todos artistas especiales, originales y que rompían las reglas tradicionales del mundo del arte.
En los años 60, todos los artistas estaban ya extremadamente cansados de la retórica del cuadro, de la obra, del artista como protagonista; con esa crisis de la producción artística nace la necesidad de desarrollar el arte hacia otro costado, allí surgen esos momentos tan importantes en los que el artista empieza a producir obras que tienen a las ideas y al pensamiento como punto inicial de la producción. El minimal es casualmente eso: el mínimo de elementos con el máximo de orden; elementos que forman parte del mundo de la alta tecnología, vigas de hierro con las cuales se construyen los edificios, los puentes, las chapas con las cuales se hacen las estructuras de soldado y los pisos, cerámicas de grandes dimensiones. Obras simples con elementos repetitivos. La primera muestra del minimalismo se realizó fue en el Museo Judío de Nueva York en el año 66: la exposición “Estructuras primarias”, constituida con estructuras firmes, contundentes, frontales, sin ningún tipo de continuidad, cromatismo o colores atractivos, era el color mismo de los materiales; obras con elementos simples donde el cuadrado es el patrón y no el círculo el motivo. Cabe destacar que el minimal, y todos los movimientos que son tributarios de él, son antinarrativos, antiemocionales, antiformalistas. No hay ningún tipo de discurso que salga de la inmediata observación de la obra. Lo que es, es lo que se ve. Y lo que no se ve, es lo que nosotros ―nuestro cerebro― rectifica, corrige. Miramos una línea larga de mosaicos de 40 por 40 a lo largo de 50 metros de longitud, esa obra es eso: nueva escultura que se desarrolla en un espacio reducido, con mucha presencia, con mucha necesidad de ser interrogada, y que exige que nosotros encontremos una respuesta.
El minimal no tiene una estética que le sea común a todos: lo unifican los elementos elegidos, todos de características industriales, tecnológicas. Estados Unidos es la punta de la producción de este tipo de temas, por eso se la considera una obra típicamente americana, y porque es una obra de revolución tecnológica que de alguna manera va ligada a la revolución social. La intromisión de Estados Unidos en Vietnam ocurre, paradójicamente, el mismo día que se hace la muestra de minimal en el Museo Judío. En ese sentido hay una especie de retórica del poder, no solamente de esas esculturas, esos objetos, que tienen muchísima presencia y muchísima fuerza, enormes, monumentales, casi diríamos imposibles de colocar dentro de un museo.Es un movimiento que años después va a inundar otras disciplinas: la moda, la arquitectura, la decoración, la danza.
Los grandes maestros de este movimiento fueron Donald Judd (con sus escaleras sin fin), Robert Morris, Sol Lewitt, Fred Sandback o Carl Andre (con sus cerámicas, hierros y chapas en el piso). Finalmente, el minimal es antioficio, no se nota esa manualidad que caracteriza a la escultura, por ejemplo, o la pincelada expresiva. Está asociada una idea de lo inmaterial, porque es como que la obra desaparece y se confunde con los objetos tecnológicos.
En Proa, la muestra está dividida en cinco autores unidos entre sí: Bruce Nauman, con algunos videos de un elemento con luces de neón. Fred Sandback, que materializa los espacios que no existen. El concepto del vacío, el vacío como forma. Sol Lewitt, con la repetición y la serie de estructuras: las aristas, la repetición, la serie. Una idea de presencia casi matemática. Las obras lumínicas de Dan Flavin, que producen una especie de activación de la mirada. Además hay una estructura de Dan Graham en el espacio público, muy interesante, que trabaja la idea de lo que el ojo ve, la transparencia, lo traslucido, el espejo. Es una experiencia muy interesante de observar.
Julio Le Parc en el CCK y Erlich en el Malba.
La del CCK consiste de una retrospectiva de más de ciento cincuenta obras de Julio Le Parc que barren casi toda la producción geométrica, visual y cinética que desarrolló en sus años en París. Junto con un grupo de artistas, muchos de ellos latinoamericanos, como Jesús Soto, Le Parc formó parte del denominado Groupe de Recherche d’Art Visuel. Allí daban las bases de la nueva geometría dinámica y del nuevo espíritu artístico cinético. La obra se movía en el espacio en donde el hombre se desarrollaba. Y ahí empezaron a trabajar con objetos un poco vinculados con la imagen cinética de Calder con los móviles, y con otros artistas del arte óptico pictórico, como el caso de Victor Vasarely (lo que el ojo veía después se modificaba por efectos típicos del arte cinético: el efecto moiré, el efecto de movimientos, las rayas continuas, fondo/figura, concavidad/convexidad). Le Parc agrega, de una manera muy espectacular, elementos en los cuales aparece la electricidad, los juegos, las cintas sin fin que se van moviendo y que reciben luces… es decir, un mundo de gran dinamismo onírico.
La obra de Le Parc interactúa con el espectador. El espectador se transforma en actor, en protagonista que activa la obra. Lo mismo sucede con Erlich en el Malba: nos produce un engaño al ojo, una ilusión. No sabemos si se trata de una obra de arte o de una estructura graciosa, mágica. Leandro Erlich es un artista con una capacidad de asombro enorme y muy creativo.Tanto Erlich como Le Parc borran los límites entre la obra de arte y la diversión y el espectáculo.