Por Lalo Zanoni para RP#131 ¿Qué tanto nos importa nuestra privacidad digital? Escribo esto días después del auge de FaceApp, la aplicación que envejece nuestras caras con un impresionante y aterrador realismo. Cientos de miles de rostros circularon por WhatsApp y en las redes como Twitter e Instagram en apenas 48 hs. Pero detrás de ese juego para espiar cómo seríamos en treinta años, en paralelo, se construía una impresionante base de datos de personas de todo el mundo. Sin saberlo, todos aportamos un granito de arena para que una empresa rusa (la desarrolladora de la app) la tenga muy fácil. Con el auge del reconocimiento facial mediante técnicas de Inteligencia Artificial, cuanta más grande sea una base de datos (en este caso, de rostros de personas), más precisos serán los resultados. Al aceptar los interminables términos y condiciones (que nadie lee), cedimos nuestras fotos y otros datos que la app recopiló de nuestros celulares a cambio de vernos arrugados.
Días después, los medios y miles de personas se volvieron paranoicos por lo que FaceApp podría hacer con las fotos de sus rostros, su info privada, etc. Pero FaceApp no hace nada distinto de lo que hace Facebook. La diferencia es que la red social de Mark Zuckerberg es una aspiradora gigante de datos de más de dos mil millones de usuarios y además tiene en su poder a WhatsApp e Instagram.
Entro en la home de tecnología de El País de Madrid. Leo todo junto: “Google pagará multa multimillonaria por recopilar datos de menores que accedían a YouTube”; “Google escucha conversaciones privadas de usuarios en español y portugués”; “Facebook reconoce un error de seguridad en su app de mensajes para niños”.
En contra: ya cedimos todos nuestros datos. A cualquier aplicación, sea o no conocida, a empresas como Google, Amazon, Facebook, Apple (GAFA). A los gobiernos. No hay vuelta atrás. Ahora hay que ver de qué manera barajar y dar de nuevo y rezar para que el mundo no se convierta en Black Mirror, donde no podamos ni siquiera dar un paso o decir una palabra sin estar vigilados ni controlados por alguien.
A favor: la conciencia y la desconfianza de los usuarios hacia las empresas tecnológicas va en aumento. ¿Es suficiente? Por supuesto que no. A la enorme mayoría de la gente no le importa la cuestión de la privacidad y ni siquiera sabe ni comprende qué hay detrás de esas apps fabricantes de Big Data. Pero el desafío es entender el panorama, las interconexiones y dinámicas entre todas las apps y cómo opera la creciente industria de los datos digitales.
Ahora bien, un paso no deja de ser un paso. Es importante seguir machacando con el tema.
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En el interesantísimo informe “The Future 100: 2019” elaborado por J. Walter Thompson Intelligence, se explican cien tendencias emergentes que veremos en materia de cultura, tecnología e innovación, comidas, retail, comportamientos sociales, viajes, entretenimiento, branding, marketing, belleza, lujo, salud, etc. Veamos algunas.
Silicon Valley ya no es lo que era y ahora tiene competencia. Mientras que la tecnología sigue cambiando todo a un ritmo más acelerado, se observa que la reputación de la zona tech del sur de California empieza a bajar. Las causas van desde acosos sexuales hasta discriminación de género, corrupción, fraudes con los datos privados de los usuarios, precios exorbitantes en los alquileres de oficinas y viviendas, tránsito colapsado, etc. El comportamiento ético de las empresas de la zona se torna cada vez más dudoso. Varias compañías empezaron a modificar sus políticas de privacidad para, básicamente, no perjudicar tanto a sus usuarios, clientes, consumidores.
Varias empresas deciden mudarse a otras zonas con mayor prestigio o directamente las startups van a incubarse a otro lado. En una década aumentó un 12% la cantidad de personas (del 34% al 46%) que planean abandonar la bahía en los próximos dos años. Los talentos que se van son más de los que llegan. Las inversiones en nuevas empresas también bajan.
Compras y consumos. Las influencias en las decisiones de compra son cada vez más descentralizadas, personales y visuales. Instagram ―esa gran vidriera virtual― no solo crea tendencias y las amplifica a través del lenguaje visual sino que también es un potenciador de compras. No solo participan activamente los llamados influencers sino también las personas comunes que se muestran a sí mismos como marcas en un doble rol: por un lado productores y creadores de contenido y conversaciones pero también son consumidores.
¿El lado negativo? Las marcas construyeron pacientemente durante años, entre otras cosas, experiencias y entornos, eventos, la creación de packagings y espacios de ventas e intercambio de información social. Pero ahora el espacio digital parece comerse todo eso de un bocado.
Sound Channel. Se observa una fuerte tendencia a que las marcas adopten el sonido como canal de entretenimiento, cultura, noticias e interacción con sus usuarios. Las marcas de moda crean podcasts con contenido original y propio para publicar en plataformas de streaming como Spotify, Deezer y Apple Music.
Silicon Valleywood. En cuanto a los contenidos, los gigantes como Amazon, Apple, Facebook y Netflix pisan fuerte en Hollywood creando contenido original y se convierten en jugadores de peso en la industria del cine. Tienen dos ventajas muy importantes: muchos millones de dólares frescos para invertir en grandes producciones y un modelo de distribución online mediante un streaming muy aceitado, capaz de llegar con una película o serie sin problemas técnicos a millones de usuarios en pocas horas y en simultáneo.
Todo esto, dice el informe, podría significar que más y más personas se alejen del cine tradicional poniendo contra las cuerdas ―aún más― a las grandes cadenas.
Brand Therapy. La definición de “bienestar” continúa expandiéndose, abarcando desde la espiritualidad hasta el diseño y la iluminación. Yoga, mindfulness, meditación y comida sana, todos movimientos que estaban reservados para los millennials de la costa oeste de los EE.UU., ahora se expanden por otras ciudades y mercados.
Experimentación. La cultura de la experiencia sigue en aumento y se exploran nuevas alternativas creativas que empujan las fronteras entre el arte y la ciencia hasta límites impresionantes que buscan llamar la atención de audiencias cada vez más difíciles. Para eso, los formatos digitales se mezclan con las nuevas tecnologías (Inteligencia Artificial, Big Data, objetos conectados, móviles) para generar nuevas formas, texturas, juegos. Un ejemplo: el emblemático álbum Mezzanine de Massive Attack cumplió veinte años en 2018 y, para celebrarlo, la banda lo codificó en… ADN. Sí, el disco salió a la venta en latas de aerosol. La edición limitada del disco, en formato ADN, iba dentro de la pintura negra. Cada lata contenía aproximadamente un millón de copias del disco. El experimento fue realizado por un grupo de científicos de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich.
Tecnología más humana. Las redes sociales empezaron a mostrar su lado oscuro: expertos analizaron que si se las usa mal, pueden ser los causantes de estrés, depresión y ansiedad, entre otros síntomas de la época. En definitiva, pueden provocar infelicidad.
Facebook admitió en un comunicado a fines de 2017 que si los usuarios pasan mucho tiempo consumiendo información de manera pasiva (es decir, sin interacción con personas), después se sentirán peor.
Se calcula que hay más de tres mil millones de usuarios en las redes sociales. Las nuevas generaciones empiezan a alejarse de las redes sociales informativas por contener noticias “demasiado negativas”. La violencia y agresividad de los comentarios, los haters y el bullying cibernético son otras razones que expulsan a los usuarios de las redes y desalientan su participación en debates y comentarios.
No es casual que las redes más importantes hayan empezado a tomar algunas medidas para que los usuarios no pierdan el control de su dosis digital. Quieren recuperar la confianza y para eso trabajan en programas de “bienestar” del usuario. Por ejemplo, Google lanzó una iniciativa llamada Bienestar digital para ayudar a los usuarios a encontrar el “equilibrio adecuado” mediante el control de sus hábitos. Como parte del programa, YouTube introdujo la función Take a Break, que permite a los usuarios de sus videos recibir notificaciones para recordarles que se tomen un recreo por cada hora de reproducción de videos. Quieren evitar el exceso de tiempo online. Instagram ya empezó en distintos países a quitar los likes de las publicaciones. El objetivo es disminuir la ansiedad tanto del que publica las fotos como del usuario que ve cómo otras fotos tienen cientos o miles de likes y las suyas no. Y desalentar la compra de likes mediante bots que hacen los influencers para después vender a las marcas sus posteos. “Queremos priorizar la calidad de contenido y no la cantidad de likes”, dijeron en la empresa.
Y por otro lado, también Facebook e Instagram introdujeron funciones para gestionar el tiempo que pasamos dentro de las aplicaciones.
Salgan al sol, revienten,
Salgan al sol, paquetes,
Salgan al sol.
Billy Bond.